lunes, 15 de julio de 2019

ESTA EDICIÓN ESTARÁ VIGENTE DEL 15 AL 21 DE JULIO 2019


En esta nuestra 23 edición vamos a dar respuesta a cinco preguntas que nos fueron planteadas por nuestros amigos y amigas lectores. Y que nuestro biblista y teólogo cibernético va a tratar de responder gracias a su contante espíritu de investigación.

Es muy importante tener claro que lo más importante cuando leemos la Biblia es estar seguros de que hemos comprendido todo el significado de las palabras y sobre todos de algunos conceptos relacionados con la época en que se realizaron los hechos. También nos surgen interrogantes sobre temas no bíblicos. Así es que comenzamos con nuestro encuentro de esta semana. Las preguntas planteadas para esta semana son las siguientes:


¿Qué significa que Jesús cumplió la ley, pero no la abolió?
¿Quiénes fueron los Padres de la Iglesia Primitiva?
¿Cuáles fueron los diferentes viajes misioneros de Pablo?
¿CÓMO FUNCIONA LA PSICOLOGÍA CON LA CONSEJERÍA BÍBLICA O ESPIRITUAL?
¿Por qué traicionó Judas a Jesús?





En la narrativa de Mateo donde se encuentra lo que comúnmente conocemos como El Sermón del Monte, se registran estas palabras de Jesús: No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido.” (Mateo 5:17-18).

Con frecuencia es discutido que si Jesús no “abrogó” la ley, entonces aún debe ser obligatoria. De acuerdo a ello, sus componentes tales como guardar el Sabbath aún deben estar vigentes, tal vez junto con otros muchos elementos de la Ley de Moisés. Esta suposición está basada en un malentendido de las palabras y la intención de este pasaje. Cristo no estaba sugiriendo aquí que la naturaleza obligatoria de la ley de Moisés permanecería vigente para siempre. Tal visión sería contraria a todo lo que aprendemos de la armonía del Nuevo Testamento registrado en Romanos 10:4; Gálatas 3:23-25 y Efesios 2:15. Consideremos los siguientes puntos.

La palabra traducida como “abrogar” o “abolir” tiene un especial significado en este estudio. Es traducción del término griego kataluo, que literalmente significa “derribar” La palabra se encuentra diez y siete veces en el Nuevo Testamento. Es usada cuando se habla por ejemplo de la destrucción del templo judío por los romanos (Mateo 26:61; 27:40; Hechos 6:14), y de la desintegración del cuerpo humano cuando muere (2 Corintios 5:1). El término puede llevar el extenso significado de “derrocar” ej. “inutilizar, privar del éxito.” En el griego clásico, se usaba en relación con las instituciones, leyes, etc., para transmitir la idea de “invalidar.”

Es especialmente importante notar cómo es usada esta palabra en Mateo 5:17. En este contexto, “abrogar” es usado como lo opuesto a “cumplir.” “Cristo vino …. no para abrogar, sino para cumplir” El significado es este: Jesús no vino a este mundo con el propósito de actuar como un oponente de la ley. Su objetivo no era evitar su cumplimiento. Más bien, Él la respetaba, la amaba, la obedecía, y llevó a cabo su cumplimiento. Él cumplió las leyes proféticas pronunciadas con respecto a Él mismo (Lucas 24:44). Cristo cumplió con las demandas de la ley mosaica la cual ordena una obediencia perfecta, si no, se aplica una “maldición” (ver Gálatas 3:10, 13). En este sentido, el divino diseño de la ley siempre tendrá un efecto duradero. Siempre realizará el propósito para lo cual fue otorgada.

Sin embargo, si la ley de Moisés tuviera la misma relación con el hombre en la actualidad, en términos de su condición permanente, como la tenía antes de que Cristo viniera, entonces no fue cumplida y Jesús fracasó en lo que vino “a cumplir.” Por otra parte, si el Señor cumplió con lo que vino a realizar, entonces la ley ya fue cumplida, y ya no es hoy una institución legal permanente. Más aún, si la ley de Moisés no fue cumplida por Cristo, y por lo tanto permanece como la imposición de un sistema legal para el presente, entonces no es obligatoria solo parcialmente. Más bien, es un sistema totalmente obligatorio. Jesús dijo claramente que “ni una tilde” (representativa de las marcas más pequeñas de la escritura hebrea) pasaría hasta que todo fuera cumplido. Consecuentemente, nada de la ley estaba destinada a fracasar hasta que hubiera cumplido totalmente su propósito. Jesús cumplió la ley. Jesús cumplió toda la ley. No podemos decir que Jesús cumplió con el sistema de sacrificios, pero que no cumplió con los otros aspectos de la ley. O Jesús cumplió con toda la ley, o no lo hizo. Lo que significó la muerte de Jesús para el sistema del sacrificio, también lo fue para los otros aspectos de la ley.



Los Padres de la Iglesia Primitiva caían dentro de tres categorías básicas. Los Padres Apostólicos, los Padres de la Iglesia del Pre-Concilio de Nicea y los Padres de la Iglesia del Post-Concilio de Nicea. Los Padres de la Iglesia apostólica fueron aquellos como Clemente de Roma, quienes fueron contemporáneos con los Apóstoles y muy probablemente fueron enseñados por ellos, continuando con la tradición y enseñanza de los mismos Apóstoles. Lino, mencionado en 2 Timoteo 4:21, llegó a ser el obispo de Roma después de que Pedro fue martirizado, y Clemente tomó el lugar de Lino. Por lo cual, tanto Lino como Clemente de Roma, fueron considerados como los Padres Apostólicos. Sin embargo, parece no haber escritos sobre Lino que hayan sobrevivido, mientras que existen muchos de Clemente de Roma que sí han sobrevivido. Los verdaderos Padres Apostólicos que fueron enseñados por los Apóstoles, habrían ya desaparecido de escena para principios del segundo siglos, excepto por aquellos pocos que pudieron haber sido discípulos del Apóstol Juan, tales como Policarpo. Juan murió en Efeso alrededor del 99 d.C.

Los Padres del Pre-Concilio de Nicea fueron aquellos que estuvieron después de los Padres Apostólicos, y antes del Concilio de Nicea en 325 d.C. Tales luminares como Irineo, Ignacio y Justino mártir son Padres del Anti-Nicea.

Después del Concilio de Nicea en 325 d.C. se levantaron los Padres de la Iglesia que son considerados Post-Niceanos. Aquí hay hombres tan notables como San Agustín, obispo de Nipona, quien frecuentemente es llamado el Padre de la Iglesia (Iglesia Católica Romana) por su gran labor en la doctrina de la Iglesia; Crisóstomo, llamado la boca de oro, por sus excelentes habilidades en oratoria; y Eusebio, quien escribió una historia de la Iglesia, que abarca desde el nacimiento de Jesús hasta el 324 d.C., un año antes del Concilio de Nicea. Él está incluido en la era Post-Niceana porque no escribió esta historia sino hasta después de que tuvo lugar el Concilio de Nicea. Otro de los Padres Post-Niceanos fue Jerónimo, quien tradujo el Nuevo Testamento del Griego al Latin Vulgata, y Ambrosio, a quien por su intervención, se le atribuye en gran manera la conversión del emperador Constantino al cristianismo.

Así que, ¿en qué creían los Padres de la Iglesia Primitiva? Los Padres Apostólicos estaban muy preocupados por la proclamación del Evangelio, habiéndolo proclamado ellos mismos como lo hicieron los Apóstoles. No estaban interesados en formular doctrina teológica, porque el Evangelio que ellos habían aprendido de los Apóstoles era más que suficiente para ellos, en tanto se cuidara la ortodoxia. Los Padres Apostólicos eran tan celosos como los Apóstoles mismos en cuanto a exponer y arrancar de raíz cualquier doctrina falsa que comenzara a surgir aquí y allí. La ortodoxia del mensaje era preservada por el deseo de los Padres Apostólicos, de apegarse tan verazmente como fuera posible a las enseñanzas del Evangelio que les fueron compartidas por los Apóstoles.

Los Padres Anti-Niceanos también trataron de permanecer fieles tanto como les fue posible a la verdad del Evangelio que les había sido enseñado, pero ellos tuvieron una preocupación adicional que no estaba presente con los Padres Apostólicos. Ahora había muchos escritos falsos que aseguraban tener el mismo peso que las escrituras ya establecidas, como las de Pablo, Pedro y Lucas. La razón de estos documentos falsos era muy evidente, porque si el Cuerpo de Cristo pudiera ser persuadido de que un documento falso era lo mismo que un documento que había sido aceptado como genuino, entonces los documentos falsos habrían sido vistos también como auténticos. Así que los Padres Anti-Niceanos comenzaron a dedicar mucho de su tiempo defendiendo la fe cristiana de las falsas doctrinas, y esto condujo a los principios de la formación de la doctrina aceptada por la iglesia.

Los Padres Post-Niceanos llevaron a cabo la misión de la defensa del Evangelio contra toda clase de herejías y falsas doctrinas, así que progresivamente, los Padres Post-Niceanos comenzaron a interesarse cada vez más en la defensa del Evangelio y menos en transmitir el Evangelio de una manera pura y fiel, prioridad que era el sello de los Padres Apostólicos. Para el tiempo de Agustín, la necesidad de defenderse contra las herejías y las falsas doctrinas, había alcanzado el punto de que la verdadera doctrina del Cuerpo de Cristo estaba ya lo suficientemente establecida. Esta fue la era de los teólogos quienes discutirían temas arcanos hasta la muerte, tales como “cuántos ángeles pueden danzar sobre la cabeza de un alfiler.”
 

¿Cuáles fueron los diferentes viajes misioneros de Pablo?

Pablo realizó tres viajes misioneros que expandieron el mensaje de Cristo en Asia Menor y Europa. El apóstol Pablo originalmente era un líder judío bien educado llamado Saulo. Justo después de la muerte y resurrección de Cristo, vivía haciendo su mayor esfuerzo para aplastar a la iglesia cristiana. Aún participó en la ejecución Esteban, el primer mártir cristiano. (Ver Hechos 7:58; 8:1).

En su camino a Damasco, buscando apresar a más cristianos, Pablo se encontró con el Señor. Se arrepintió y cambió a la fe en Jesucristo. Después de su experiencia en el camino a Damasco, él intentó persuadir a judíos y cristianos de su conversión y cambio de vida, pero muchos dudaban de él y lo rehuían. Sin embargo, algunos cristianos tales como Bernabé, lo aceptaron y hablaron a su favor. Ellos dos se volvieron compañeros de misiones.

En tres diferentes viajes – cada uno de varios años de duración – Pablo compartió las nuevas de Jesús en muchas ciudades de la costa y pueblos con rutas comerciales. Esta es una breve crónica de estos viajes misioneros.

Primer Viaje Misionero (Hechos 13-14): Respondiendo al llamado de Dios de proclamar a Cristo, Pablo y Bernabé dejaron la iglesia de Antioquia. Al principio, su método de evangelismo era predicar en las sinagogas de los pueblos. Pero cuando muchos de los judíos rechazaron a Cristo, los misioneros reconocieron el llamado de Dios de predicarles a los gentiles.

Por su valiente testimonio de Jesús, Saulo el perseguidor se convirtió en Pablo el perseguido. Aquellos que rechazaron su mensaje de salvación a través de Jesucristo, trataron de detenerlo y hacerle daño. En una ciudad, fue apedreado y dejado por muerto, pero Dios lo salvó. A través de juicios, golpes y encarcelamientos, él se mantuvo predicando a Cristo crucificado.

El ministerio de Pablo a los gentiles atrajo la controversia sobre quién podía ser salvo y cómo debía ser salvo. Entre su primero y segundo viajes misioneros, él participó en una conferencia en Jerusalén discutiendo sobre el camino de salvación. El consenso final fue que los gentiles podían recibir a Jesús sin sujetarse a las tradiciones judías.

Segundo Viaje Misionero (Hechos 15:36-18:22): Después de otra estadía en Antioquia y habiendo fundando ahí una iglesia, Pablo estaba listo para hacer otro viaje misionero. Le pidió a Bernabé que lo acompañara, visitando de nuevo a las iglesias de su primer viaje misionero. Sin embargo ocurrió un desacuerdo que causó su separación. Pero Dios convirtió este desacuerdo en algo positivo, porque ahora había dos equipos misioneros. Bernabé se fue a Chipre, y Pablo se fue con Silas a Asia Menor.

Providencialmente, Dios redirigió a Pablo y Silas a Grecia, llevando el Evangelio a Europa. En Filipos, el equipo misionero fue golpeado y encarcelado. Regocijándose de sufrir por Cristo, ellos cantaban en la cárcel. De repente, Dios causó un terremoto que abrió las puertas de la celda y los liberó de sus cadenas. El asombrado carcelero y su familia creyeron en Cristo, pero los oficiales gubernamentales les rogaron que se fueran.

Viajando hasta Atenas, Pablo predicaba a una inquisitiva audiencia en la Colina de Marte. Él proclamaba al único y verdadero Dios a quien ellos podían conocer y adorar sin ídolos hechos por el hombre. Nuevamente, algunos se rehusaron y algunos creyeron.

Pablo les enseñó a aquellos que creyeron en Cristo y los estableció en iglesias. Durante este segundo viaje misionero, Pablo hizo muchos discípulos de varias procedencias: un joven llamado Timoteo, una mujer de negocios llamada Lidia, y una pareja llamados Aquila y Priscila.

Tercer Viaje Misionero (Hechos 18:23 – 20:38): Durante este último viaje misionero de Pablo, predicó fervientemente en Asia Menor. Dios confirmó su mensaje con milagros. Hechos 20:7-12 nos dice de Pablo en Troas predicando un sermón excepcionalmente largo. Un joven que estaba sentado en un tercer piso, se quedó dormido y cayó por la ventana. Fue dado por muerto, pero Pablo lo revivió.

Los nuevos creyentes de Efeso que habían estado anteriormente involucrados con el ocultismo, quemaron sus libros de magia. Por otra parte, los que fabricaban ídolos, no estaban contentos con sus pérdidas en el negocio debido a este verdadero Dios y a Su Hijo. Un platero llamado Demetrio, comenzó una revuelta en toda la ciudad, alabando a su diosa Diana. Los juicios siempre perseguían a Pablo. A última instancia, la persecución y oposición fortaleció a los verdaderos cristianos quienes propagaron el Evangelio.

Al final del último viaje misionero de Pablo, él sabía que pronto sería encarcelado y probablemente muerto. Sus palabras finales a la iglesia de Efeso, muestran su devoción a Cristo: “Vosotros sabéis cómo me he comportado entre vosotros todo el tiempo, desde el primer día que entré en Asia, sirviendo al Señor con toda humildad, y con muchas lágrimas, y pruebas que me han venido por las asechanzas de los judíos; y como nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas, testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios y de la fe en nuestro Señor Jesucristo. Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer; salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones. Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del evangelio de la gracia de Dios.” (Hechos 20:18-24).

Ese era el propósito de los viajes misioneros de Pablo: proclamar la gracia de Dios en el perdón de los pecados a través de Cristo. Dios usó el ministerio de Pablo para llevar el Evangelio a los gentiles y establecer la iglesia. Sus cartas a las iglesias, registradas en el Nuevo Testamento, aún mantienen la vida y la doctrina de la iglesia. Aunque él sacrificó todo, los viajes misioneros de Pablo valieron su costo (Filipenses 3:7-11).

¿CÓMO FUNCIONA LA PSICOLOGÍA CON LA CONSEJERÍA BÍBLICA O ESPIRITUAL?

La psicología secular, basada principalmente en las enseñanzas de Sigmund Freud, Carl Jung y Carl Rogers, no tiene cabida en la consejería bíblica. Tampoco lo hace la llamada “consejería cristiana,” porque la consejería “cristiana” tiene como sus bases la psicología secular, no la bíblica. Esto no quiere decir que a veces alguien que se llame a sí mismo un consejero cristiano no sea también un consejero bíblico, pero la mayoría de las veces, los consejeros cristianos son solo cristianos que usan la psicología secular como su “modus operandi.”

La psicología es definida como una disciplina académica que involucra el estudio científico de los procesos mentales y del comportamiento, y la aplicación de ese conocimiento sobre las diferentes esferas de la actividad humana. La psicología es por naturaleza humanística. El humanismo afirma el valor y la dignidad de toda la gente, basado en la habilidad de determinar lo correcto de lo incorrecto, apelando a las cualidades humanas universales, particularmente la racionalidad. El humanismo rechaza la fe que no se basa en la razón, lo sobrenatural, y la Biblia. Por lo tanto, la psicología es la manera en que el hombre trata de entender y reparar el lado espiritual del hombre sin referencia a, o reconocimiento de lo espiritual. La Biblia declara que la raza humana tiene un principio diferente a cualquier otra cosa creada. El hombre fue hecho a la imagen de Dios, y Dios “…sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.” (Génesis 1:26; 2:7). En su esencia misma, la Biblia trata con la espiritualidad del hombre, comenzando con su caída en el pecado en el Jardín del Edén y las consecuencias que le siguieron, particularmente en lo referente a su relación con Dios. El resultado de la caída – el pecado- es lo que nos separa de Dios y lo que requiere de un Redentor que restaure esa relación.

La psicología secular, por otra parte, está basada en la idea de que el hombre es básicamente bueno y que la respuesta a sus problemas yace dentro de él mismo. Con la ayuda de un psicoterapeuta – y con frecuencia de un consejero cristiano – el paciente hurga dentro del laberinto de su propia mente y emociones y “trabaja a través” de ellos a fin de emerger en el otro lado más sano por haber descubierto la causa de sus dificultades. La Biblia, sin embargo, nos pinta un cuadro muy diferente de la condición del hombre. Él está “muerto en sus delitos y pecados” (Efesios 2:1) y su corazón es “engañoso más que todas las cosas y perverso” (Jeremías 17:9). Él es la víctima de lo que es llamado “depravación total.” El hurgar dentro de tal mente, buscando salud mental, es un ejercicio inútil, muy parecido a tratar de encontrar una rosa creciendo en el fondo de una cloaca.

El hombre fue creado inocente, pero fue desobediente a Dios; él pecó contra Dios, y este pecado cambió al primer hombre, Adán, y a todos los que vinieron después de él, con el resultado de estar física y espiritualmente muertos (Génesis 2:17; 5:5; Romanos 5:12; Efesios 2:1). La respuesta a los problemas espirituales del hombre es que nazca de nuevo – hacerlo vivir espiritualmente (Juan 3:3, 6-7; 1 Pedro 1:23). El hombre nace de nuevo al confiar en Jesucristo. Confiar en Jesucristo significa entender que Él es el único Hijo de Dios, y Dios el Hijo (Juan 3:16; Juan 1:1-3). Significa entender y creer que Jesús pagó por nuestros pecados cuando Él murió en la cruz, y que Dios demostró Su aceptación al sacrificio de Cristo por nosotros, resucitando a Jesús de los muertos (Romanos 4:24-25).

Los consejeros bíblicos, como opuestos a los psicoterapeutas y a muchos “consejeros cristianos” ven solo a la Biblia como la fuente de un enfoque comprensible y detallado para entender y aconsejar a la gente (2 Timoteo 3:15-17; 2 Pedro 1:4). El consejero bíblico está comprometido a dejar que Dios hable por Él mismo a través de Su Palabra, y a manejar correctamente la Palabra de Verdad (2 Timoteo 2:15). El consejero bíblico sigue la Biblia y busca ministrar el amor del verdadero Dios viviente, cuyo amor trata con el pecado y produce obediencia (1 Juan).

Mucho de la psicoterapia y de la consejería cristiana está basado en necesidades. Las necesidades de autoestima, de amor y aceptación, y de valoración tienden a dominar. Si estas necesidades son satisfechas, se cree que la gente será feliz, amable y moral; si no son satisfechas, la gente será miserable, odiosa e inmoral. La Escritura enseña que es Dios, no nosotros mismos, quien cambia nuestros deseos y que la verdadera felicidad solo puede encontrarse en el deseo por Dios y la santidad. Si la gente desea la autoestima, el amor y el reconocimiento, ellos serán felices si lo obtienen y miserables si no lo logran, pero aún así en cualquier caso seguirán centrados en sí mismos. Por otra parte, si la gente desea a Dios, el reino de Dios, sabiduría santa y resurrección de gloria, ellos estarán satisfechos, y gozosos, y serán obedientes y útiles siervos de Dios.

Mientras que los psicoterapeutas seculares intentan ayudar al paciente encontrando el poder para suplir sus propias necesidades desde adentro, para la mayoría de los psicoanalistas cristianos, Jesucristo es el sanador accesible para las necesidades y las heridas de la psiquis. El paciente es instado a considerar lo mucho que es amado por Dios, y la cruz simplemente retrata cuán valioso es él para Dios, a fin de llenar su auto-estima y suplir su necesidad de ser amado. Pero en la Biblia, Jesucristo es el Cordero de Dios, crucificado en lugar de los pecadores. El amor de Dios en realidad derriba la auto-estima y la incesante búsqueda de ella. En vez de ello, produce una gran y agradecida estimación por el Hijo de Dios, quien nos amó y entregó Su vida por nosotros – el Cordero de Dios quien es el único digno de alabanza. El amor de Dios no satisface nuestra fijación por ser amados como somos. Derrumba aquella engañosa búsqueda, a fin de amarnos, a pesar de lo que somos y nos enseña a amar a Dios y a nuestro prójimo (1 Juan 4:7-5:3).

Cuando una persona intrínsicamente pecadora contrata a un psicólogo o un consejero cristiano, a fin de obtener la satisfacción a sus necesidades o para obtener felicidad, la auto estima y la realización, ésta inevitablemente se alejará de tal consejería irrealizable. Jesús dijo que debemos morir a nosotros mismos y nacer de nuevo. Cuando venimos a Él, debe ser con la intención de deshacernos de la antigua naturaleza – no solo arreglarla – y ponernos la nueva naturaleza, la que vive para Cristo y busca servirle a Él y a otras personas por amor a lo que Él ha hecho. Los verdaderos consejeros bíblicos buscan asistir a sus clientes para hacer justamente eso, siguiendo la Biblia y viendo la consejería como una actividad pastoral, en la cual la meta no es la auto-estima, sino la santificación – creciendo en santidad y a la semejanza de Cristo.

¿Por qué traicionó Judas a Jesús?

Mientras que no podemos estar absolutamente seguros del por qué Judas traicionó a Jesús, algunas cosas son ciertas. Primero, debemos reconocer que aunque Judas fue deliberadamente elegido para ser uno de los doce (Juan 6:64), toda la evidencia en la Escritura señala el hecho de que él nunca creyó que Jesús era Dios, y tal vez ni siquiera estaba convencido de que Jesús fuera el Mesías (como Judas lo entendía). A diferencia de los otros discípulos que llamaban a Jesús “Señor” (lo cual es significativo en muchas maneras), Judas nunca utilizó este título para Jesús, y en cambio lo llamaba “Rabí,” a quien reconocía como solamente como un maestro. Mientras que los otros discípulos en ocasiones hicieron grandes profesiones de fe y lealtad (Juan 6:68, 11:16), Judas jamás lo hizo y más bien parece haber permanecido siempre al margen, de acuerdo a la narración bíblica. Esta falta de fe en Jesús es la base para todas las otras consideraciones descritas a continuación. Las mismas contienen verdades para nosotros. Si fallamos en reconocer a Jesús como Dios encarnado, y por lo tanto el único Ser que puede proporcionar el perdón por nuestros pecados – y la eterna salvación que esto conlleva – entonces estaremos sujetos a otros numerosos problemas que se derivan de una visión equivocada de Dios.

Segundo, Judas no solo no tenía fe en Cristo, sino que tenía muy poca o ninguna relación personal con Jesús. Cuando los evangelios sinópticos mencionan a los doce, generalmente ellos son mencionados siempre en el mismo orden, con pequeñas variaciones (Mateo 10:2-4; Marcos 3:16-19; Lucas 6:14-16). Se cree que el orden general indica la relativa cercanía de su relación personal con Jesús. A pesar de las variaciones, Pedro y los hermanos Jacobo y Juan siempre son los primeros en la lista, lo cual es consistente con su relación con Jesús. Judas siempre es mencionado al final de la lista, lo cual puede indicar su relativa falta de relación personal con Cristo. Adicionalmente, al examinar los evangelios, vemos que el único diálogo documentado entre los dos, menciona a Judas siendo reprendido por Jesús, después de su reacción motivada por la avaricia hacia María (Juan 12:1-8), cuando Judas niega su traición (Mateo 26:25), y la traición misma (Lucas 22:48).

Tercero, Judas era consumido por la avaricia, al punto de traicionar la confianza no solo de Jesús, sino también de sus condiscípulos, como lo vemos en Juan 12:5-6. Judas bien pudo haber deseado seguir a Jesús simplemente porque vio la gran cantidad de seguidores y creería que podría beneficiarse de las ofrendas hechas para el grupo. El hecho de que del grupo fuera Judas quien se encargaba de la bolsa del dinero, indicaría su interés y experiencia con el mismo (Juan 13:29).

Adicionalmente, Judas, como la mayoría de la gente de su tiempo, creía que el Mesías iba a terminar con la ocupación romana y a tomar la posición de un poderoso gobernante sobre la nación de Israel. Judas pudo haber seguido a Jesús esperando beneficiarse de su asociación con Él, como el nuevo poder político reinante. Sin duda él esperaba estar entre la elite gobernante cuando esto sucediera. Para cuando Judas cometió la traición, Jesús ya había dejado en claro que Él planeaba morir, no iniciar una rebelión contra Roma. Así que Judas pudo haber asumido – como lo hicieron los fariseos - que puesto que Él no derrocaría a los romanos, Él no podía ser el Mesías que estaban esperando.

Hay algunos versos del Antiguo Testamento que apuntan hacia la traición, algunos más específicos que otros, estos son dos de ellos:

“Aun el hombre de mi paz, en quien yo confiaba, el que de mi pan comía, alzó contra mí el calcañar.” (Salmo 41:9, ver su cumplimiento en Mateo 26:14; 48-49). También, “Y les dije: Si os parece bien, dadme mi salario; y si no, dejadlo. Y pesaron por mi salario treinta piezas de plata. Y me dijo JEHOVÁ: Échalo al tesoro; ¡hermoso precio con que me han apreciado! Y tomé las treinta piezas de plata y las eché en la casa de JEHOVÁ al tesoro.” (Zacarías 11:12-13, ver Mateo 27:3-5 para el cumplimiento de la profecía de Zacarías). Estas profecías del Antiguo Testamento indican que la traición de Judas era conocida por Dios, y que fue soberanamente planeada de antemano, como el medio por el cual Jesús habría de ser llevado a la muerte.

Pero si la traición de Judas era conocida por Dios, ¿tenía Judas alguna elección, y será tenido por culpable por su participación en la traición? Mientras que es difícil para muchos reconciliar el concepto del “libre albedrío” (como la mayoría de la gente lo entiende) con el conocimiento anticipado de Dios sobre los eventos futuros, esto se debe en gran parte a nuestra limitada experiencia de avanzar a través del tiempo en forma lineal, como si el tiempo fuera una línea recta y nosotros pasáramos gradualmente de una sección a otra, recordando el pasado por el que ya hemos viajado, pero no el futuro al que nos aproximamos. Sin embargo, Dios, siendo eterno y habiendo creado la construcción del tiempo, no estaría “sincronizado” con nuestra línea de tiempo, sino más bien fuera de ella. Así que podríamos pensar del tiempo (en relación con Dios) como un círculo con Dios en el centro y por lo tanto a una igual distancia de todos los puntos, pero no limitado a estar en solo un punto en el tiempo o en la línea del tiempo.

En tal caso, Judas tuvo la capacidad total para tomar sus propias decisiones – al menos hasta el punto donde “Satanás entró en él” (Juan 13:27) – y el anticipado conocimiento de Dios (Juan 13:10, 18, 21) de ninguna manera incapacitó la habilidad de Judas para tomar cualquier decisión determinada. Más bien, lo que eventualmente decidiría hacer Judas, Dios lo vio como si fuera una observación del presente, y Jesús dejó en claro que Judas era responsable por su decisión y tendría que dar cuenta por ello. “De cierto os digo que uno de vosotros, que come conmigo, me va a entregar.” (Marcos 14:18). Nótese que Jesús caracteriza la participación de Judas como una traición. Y respecto a su responsabilidad por esta traición, Jesús dijo. “… mas ¡hay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido.” (Marcos 14:21). Satanás también tuvo su parte en esto como vemos en Juan 13:26-27, y también a él se le tomarán cuentas por sus hechos. Dios en Su sabiduría era capaz como siempre de manipular aún la rebelión de Satanás para beneficiar a la raza humana. Satanás ayudó a enviar a Jesús a la cruz, y en la cruz, el pecado y la muerte fueron vencidos, y la provisión de Dios para la salvación está gratuitamente disponible para todos aquellos que acepten a Jesucristo como su salvador personal para el perdón de sus pecados.

FUENTE: https://www.gotquestions.org/Espanol/Preguntas-Biblicas-varias.html



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