Su
pregunta es super interesante. Por medio del siguiente video voy a tratar de
dar respuesta a su inquietud bíblica tan interesante.
sábado, 3 de abril de 2021
1. LA RESURRECCION DE CRISTO
2. La vida de Jesús desde su nacimiento hasta los 30 años
En realidad, los cuatro evangelistas no expresan
prácticamente sobre la vida de Jesús de los dos años a los 30. El siguiente video
nos narra algunos detalles interesantes sobre esos casi 28 años de silencio.
3. Encontrar la fe en Cristo
Que Buena interrogate. Es necesario recordar que Tomás,
quien había dudado, vio el poder, majestuosidad, y el amor de Cristo. La fe en
Cristo ayuda a la gente a enfrentar sus desafíos. Estoy Seguro que con este
video mas alimentar mucho su fe.
4. La Pascua - ¿Qué significa?
5. El Monte de los Olivos en Jerusalén
Si hay un testigo impasible de
la historia de Jerusalén ese es sin duda el Monte de los
Olivos, protagonista de varios pasajes de la Biblia, escenario de guerras con
los árabes y el lugar sagrado de enterramiento para los judíos.
Un poco de historia Hace varios milenios, un extenso monte plagado de olivos se levantaba
majestuoso al este de Jerusalén. La primera mención por escrito del Monte
de los Olivos aparece en la Biblia. Varios pasajes de las sagradas escrituras
relatan la última oración de Cristo, la detención del Mesías o sus sermones a
los discípulos. Todo ello con el histórico Monte de los Olivos como telón de
fondo. EL siguiente video le dará una panorámica espiritual muy interesante
sobre este interesante monte.
6. ¿Qué era el Arca de la Alianza y dónde se encuentra?
Es posible que no
sepamos dónde está, pero podemos intentar determinar qué aspecto tenía
El Arca de la Alianza se
describe en la Biblia como un cofre de madera chapado en oro que
contiene las dos tablas de piedra grabadas con los Diez Mandamientos,
confiados a Moisés por Dios. Los israelitas llevaron el Arca con ellos a través
de sus viajes e incluso en batallas, donde su presencia solía determinar la
victoria del ejército israelita.
En gran parte del Antiguo
Testamento, el Arca de la Alianza es una reliquia importante que se menciona
con frecuencia; sin embargo, a medida que avanza la narración, poco a poco se
pierde el rastro del Arca.
Hoy en
día, no hay evidencia concreta del paradero actual del Arca, aunque hay varios sitios que afirman tenerla escondida. Entre
ellos, algunos suponen que está enterrada debajo de la actual Explanada de las
Mezquitas, el lugar donde se levantaba el Templo de Salomón.
Puede que
no sepamos dónde está, pero tenemos una idea de cómo era el Arca, y esto puede
ayudarnos a determinar sus orígenes.
La
representación más popular del Arca del Pacto fue creada para la exitosa
película Raiders of the
Lost Ark, la película de la saga Indiana Jones que presentaba al
protagonista arrebatando el control del artefacto bíblico de manos nazis. Cabe
señalar que el Arca presentada en la película se basó en una pintura de James
Tissot.
Si bien
esta representación cinematográfica probablemente no sea del todo exacta,
podemos deducir de la descripción bíblica que algunos de sus elementos son
correctos.
Don
Knebel, de la Sociedad de Arqueología Bíblica observa varios aspectos del Arca de la Alianza, como se
describe en el Antiguo Testamento:
Según la Biblia, el Arca del Pacto, que entronizaba al Dios judío
invisible, se llevaba en dos postes unidos por anillos a la base. El Arca
incorporaba dos «querubines», uno frente al otro, con sus alas extendiéndose
sobre el «propiciatorio» desde el cual Dios hablaba.
Knebel
señala algunas sorprendentes similitudes entre el Arca de la Alianza y el Arca
Egipcia de Horus, que se encontraba en el Templo de Edfu.
El Arca de Horus tenía la forma de un bote, similar a los utilizados por los
antiguos egipcios para atravesar el río Nilo.
Sin
embargo, presentaba también un par de querubines, con alas extendidas sobre una
estatua de Horus, y era transportada de manera similar por barras deslizantes a
través de anillos en su costado.
Como el
Templo de Edfu se construyó después del Éxodo, no está claro si los egipcios o
los israelitas estaban al tanto de la creación de las arcas del otro, pero
Knebel plantea la hipótesis de que es posible que los israelitas modelaran el
Arca de la Alianza a partir de otras egipcias existentes, pero con forma de
caja y no de barca.
7. ¿Dónde se conserva la Corona de Espinas?
Después de los azotes que fueron posteriores a los falsos
juicios, y antes de que Él fuera crucificado, los soldados romanos
"pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su
mano derecha, e hincando la rodilla delante de Él, le escarnecían, diciendo:
¡Salve, rey de los judíos!" (Mateo 27:29; ver también Juan 19:2-5).
Mientras que una corona de espinas sería sumamente dolorosa, la corona de
espinas tuvo que ver más con una burla que con el dolor. Aquí estaba el
"rey de los judíos" siendo golpeado, escupido e insultado
supuestamente por soldados romanos de bajo rango. La corona de espinas fue la
culminación de su burla, tomando una corona como símbolo de realeza y de majestad,
y convirtiéndola en algo doloroso y degradante.
Para los cristianos, la corona de espinas es un
recordatorio de dos cosas: (1) Jesús fue y efectivamente es un rey. Un día,
todo el universo se inclinará a Jesús como el "Rey de reyes y Señor de señores"
(Apocalipsis 19:16). Lo que los soldados romanos pensaron como una burla, fue
en realidad la imagen de dos funciones de Cristo. Primera: la del siervo
sufrido (Isaías 53), y segunda, la del rey mesías conquistador (Apocalipsis
19). (2) Jesús estaba dispuesto a soportar el dolor, los insultos y la
vergüenza, todo por culpa nuestra. La corona de espinas y el sufrimiento que
padeció ya se han ido, y ahora Jesús ha recibido la corona que solo Él es digno
de recibir. “Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a
Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del
padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por
todos” (Hebreos 2:9, énfasis añadido).
Hay además un simbolismo plasmado en la corona
de espinas. Cuando Adán y Eva pecaron, trayendo el mal y la maldición al mundo,
parte de la maldición que recayó sobre la humanidad fue “…maldita será la
tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida.
Espinos y cardos te producirá…” (Génesis 3:17-18, énfasis añadido). Los
soldados romanos, sin saberlo tomaron un objeto de la maldición y lo ajustaron
como una corona para aquel que nos liberaría de esa maldición. "Cristo nos
redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está
escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero" (Gálatas 3:13).
Cristo, en su perfecto sacrificio de expiación, nos liberó de la maldición del
pecado, la cual se simboliza con una espina. Destinada para ser una burla, la
corona de espinas en efecto fue un excelente símbolo para manifestar quién es
Jesús y lo que Él vino a cumplir. Descubriras otros aspectos muy interesantes
en el siguientes video.
8 ¿Qué quiere decir "la virginidad" de María?
Que María concibió a Jesús sin intervención
de varón se afirma claramente en los dos primeros capítulos de los evangelios
de San Mateo y de San Lucas: “lo concebido en ella viene del Espíritu santo”,
dice el ángel a San José (Mt 1,20); y a María que pregunta “¿Cómo será eso pues
no conozco varón?” el ángel le responde: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y
el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra...” (Lc 1,34-35).
Por otra parte, el hecho de que
Jesús desde la Cruz encomendase su Madre a San Juan supone que la Virgen no
tenía otros hijos. Que en los evangelios se mencionen a veces los “hermanos de
Jesús” puede explicarse desde el uso del término “hermanos” en hebreo en el
sentido de parientes próximos (Gen 13,8; etc), o pensando que San José tenía
hijos de un matrimonio anterior, o tomando el término en sentido de miembro del
grupo de creyentes tal como se usa en el Nuevo Testamento (Hch 1,15).
La iglesia siempre ha creído en
la virginidad de María y la ha llamado “la siempre virgen” (Lumen Gentium 52),
es decir, antes, en y después del parto como confiesa una fórmula tradicional.
La
concepción virginal de Jesús hay que entenderla como una obra del poder de Dios
–“para él nada hay imposible” (Lc 1,37)- que escapa toda comprensión y toda
posibilidad humanas.
Nada
tiene que ver con las representaciones mitológicas paganas en las que un dios
se une a una mujer haciendo las veces del varón. En la concepción virginal de
Jesús se trata de una obra divina en el seno de María similar a la creación.
Esto es imposible de aceptar para el no creyente, como lo era para los judíos y
los paganos entre los que se que se inventaron burdas historias acerca de la
concepción de Jesús, como la que la atribuye a un soldado romano llamado
Pantheras.
En
realidad, ese personaje es una ficción literaria sobre la que se inventa una
leyenda para hacer burlas a los cristianos. Desde un punto de vista de la
ciencia histórica y filológica, el nombre Pantheras (o Pandera) es una parodia
corrupta de la palabra parthénos (en
griego: virgen). Aquellas gentes, que utilizaban en gran parte del imperio
romano de oriente el griego como lengua de comunicación, oían hablar a los
cristianos de Jesús como del Hijo de la Virgen (huiós parthénou), y cuando querían burlarse de
ellos lo llamaba «el hijo de Pantheras». Tales historias en definitiva sólo
testimonian que la Iglesia sostenía la virginidad de María, aunque pareciera
imposible.
La concepción virginal de Jesús
es un signo de que Jesús es verdaderamente Hijo de Dios por naturaleza -de ahí
que no tenga un padre humano-, al mismo tiempo que es verdadero hombre nacido
de mujer (Gal 4,4). En los pasajes evangélicos se muestra la absoluta
iniciativa de Dios en la historia humana para el advenimiento de la salvación,
y que ésta se inserta en la historia misma, como muestran las genealogías de
Jesús.
A Jesús, concebido por el
Espíritu Santo y sin concurso de varón, se le puede comprender mejor como el
nuevo Adán que inaugura una nueva creación a la que pertenece el hombre nuevo
redimido por él (1 Cor 15,47; Jn 3,34).
La virginidad de María es además
signo de su fe sin sombra de duda y de su entrega plena a la voluntad de Dios.
Incluso se ha dicho que por esa fe María concibe a Cristo antes en su mente que
en su vientre, y que “es más bienaventurada al recibir a Cristo por la fe que al
concebir en su seno la carne de Cristo” (S. Agustín). Siendo virgen y madre
María es también figura de la Iglesia y su más perfecta realización.
9. ¿Qué sabemos realmente de Jesús?
Esta
comunidad es la Iglesia, compuesta por millones de seguidores de Jesús a lo
largo de la historia, que le han conocido por los datos que ininterrumpidamente
les trasmitieron los primeros discípulos.
Los datos que
hay en los evangelios apócrifos y otras referencias
extrabíblicas no aportan nada sustancial a la información que nos ofrecen los
evangelios canónicos, tal como han sido trasmitidos por la Iglesia.
Hasta la Ilustración,
creyentes y no creyentes estaban persuadidos de que lo que podíamos conocer
sobre Jesús se contenía en los evangelios. Sin embargo, por ser relatos
escritos desde la fe, algunos historiadores del siglo XIX cuestionaron la
objetividad de sus contenidos. Para estos estudiosos, los relatos evangélicos
eran poco creíbles porque no contenían lo que Jesús hizo y dijo, sino lo que
creían los seguidores de Jesús unos años después de su muerte. Como
consecuencia, durante las décadas siguientes y hasta mediados del siglo XX se
cuestionó la veracidad de los evangelios y se llegó a afirmar que de Jesús “no
podemos saber casi nada” (Bultmann).
Ocho hechos
incuestionables sobre Jesús Hoy en día, con el desarrollo de la ciencia histórica, los avances
arqueológicos, y nuestro mayor y mejor conocimiento de las fuentes antiguas, se
puede afirmar con palabras de un conocido especialista del mundo judío del
siglo I d.C. —a quien no se puede tachar precisamente de conservador— que
“podemos saber mucho de Jesús” (Sanders).
Por ejemplo, este mismo
autor señala “ocho hechos incuestionables”, desde el punto de vista histórico,
sobre la vida de Jesús y los orígenes cristianos:
1) Jesús fue bautizado por
Juan Bautista;
2) era un Galileo que
predicó y realizó curaciones;
3) llamó a discípulos y
habló de que eran doce;
4) limitó su actividad a
Israel;
5) mantuvo una controversia
sobre el papel del templo;
6) fue crucificado fuera de
Jerusalén por las autoridades romanas;
7) tras la muerte de Jesús,
sus seguidores continuaron formando un movimiento identificable;
8) al menos algunos judíos
persiguieron a ciertos grupos del nuevo movimiento (Ga 1,13.22; Flp 3,6) y, al
parecer, esta persecución duró como mínimo hasta un tiempo cercano al final del
ministerio de Pablo (2 Co 11,24; Ga 5,11; 6,12; cf. Mt 23,34; 10,17).
Sobre esta base mínima en
la que los historiadores están de acuerdo se pueden determinar como fidedignos
desde el punto de vista histórico los otros datos contenidos en los evangelios.
La aplicación de los criterios de historicidad sobre estos datos permite
establecer el grado de coherencia y probabilidad de las afirmaciones
evangélicas, y que lo que se contiene en esos relatos es sustancialmente
cierto.
Por último, conviene
recordar que lo que sabemos de Jesús es fiable y creíble porque los testigos
son dignos de credibilidad y porque la tradición es crítica consigo misma.
Además, lo que la tradición
nos trasmite resiste el análisis de la crítica histórica. Es cierto que de las
muchas cosas que se nos han trasmitido sólo algunas pueden ser demostrables por
los métodos empleados por los historiadores. Sin embargo, esto no significa que
las no demostrables por estos métodos no sucedieran, sino que sólo podemos
aportar datos sobre su mayor o menor probabilidad.
Y no olvidemos, por otra
parte, que la probabilidad no es determinante. Hay sucesos muy poco probables
que han sucedido históricamente. Lo que sin duda es verdad es que los datos
evangélicos son razonables y coherentes con los datos demostrables.
10. ¿De qué manera se escribieron los evangelios canónicos?
La
Iglesia afirma sin vacilar que los cuatro evangelios canónicos “transmiten
fielmente lo que Jesús Hijo de Dios, viviendo entre los hombres, hizo y enseñó”
(Concilio Vaticano II, Constitución Dogmática Dei Verbum, n. 19). Estos cuatro evangelios
“tienen origen apostólico. Pues lo que los Apóstoles predicaron por mandato de
Cristo, luego, bajo la inspiración del Espíritu Santo, ellos mismos y los
varones apostólicos nos lo transmitieron por escrito, como fundamento de la fe”
(ibídem, n. 18).
Los escritores cristianos antiguos se interesaron por explicar cómo realizaron
este trabajo los evangelistas. San Ireneo, por ejemplo, dice: «Mateo publicó
entre los hebreos en su propia lengua, una forma escrita de evangelio, mientras
que Pedro y Pablo en Roma anunciaban el evangelio y fundaban la Iglesia. Fue
después de su partida cuando Marcos, el discípulo e intérprete de Pedro, nos
transmitió también por escrito lo que había sido predicado por Pedro. Lucas,
compañero de Pablo, consignó también en un libro lo que había sido predicado
por éste. Luego Juan, el discípulo del Señor, el mismo que había descansado
sobre su pecho (Jn 13,23), publicó también el evangelio mientras residía en
Efeso» (Contra las herejías,
III, 1,1). Comentarios muy semejantes se encuentran en Papías de Hierápolis o
Clemente de Alejandría (cfr Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, 3,
39,15; 6, 14, 5-7): los evangelios fueron escritos por los Apóstoles (Mateo y
Juan) o por discípulos de los Apóstoles (Marcos y Lucas), pero siempre
recogiendo la predicación del evangelio por parte de los Apóstoles.
La
exégesis moderna, con un estudio muy detallista de los textos evangélicos, ha
explicado de manera más pormenorizada este proceso de composición. El Señor
Jesús no envió a sus discípulos a escribir sino a predicar el evangelio. Los
Apóstoles y la comunidad apostólica lo hicieron así, y, para facilitar la labor
evangelizadora, pusieron parte de esta enseñanza por escrito. Finalmente, en el
momento en que los apóstoles y los de su generación empezaban a desaparecer,
“los autores sagrados escribieron los cuatro evangelios escogiendo algunas
cosas de las muchas que ya se transmitían de palabra o por escrito,
sintetizando otras, o desarrollándolas atendiendo a la condición de las
Iglesias” (Dei Verbum,
n. 19).
Por
tanto, puede concluirse que los cuatro evangelios son fieles a la predicación
de los Apóstoles sobre Jesús y que la predicación de los Apóstoles sobre Jesús
es fiel a lo que hizo y dijo Jesús. Este es el camino por el que podemos decir
que los evangelios son fieles a Jesús. De hecho, los nombres que los antiguos
escritos cristianos dan a estos textos —“Recuerdos de los Apóstoles”,
“Comentarios, Palabras sobre (de) el Señor” (cfr San Justino, Apología, 1,66; Diálogo con Trifón, 100)—
orientan hacia este significado. Con los escritos evangélicos accedemos a lo
que los apóstoles predicaban sobre Jesucristo.
11. ¿Fue Jesús un revolucionario?
La respuesta a su interesante pregunta aquí la
tiene en la voz del profesor de Teología
Francisco Varo.
12. ¿Qué ocurrió realmente en la Última Cena?
Mi estimada amiga la respuesta a su pregunta aquí
la tiene en la voz del profesor de Teología Francisco Varo.