Según
cuenta la leyenda, San
Fermín era hijo del jefazo romano de Pamplona
hacia el siglo III. Un cura francés que estaba de visita por aquí, San Saturnino,
lo convirtió al cristianismo, así que se fue a Toulouse (Francia) a hacer un
máster de obispo y volvió para liberar al pueblo trabajador de sus
supersticiones.
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