martes, 14 de enero de 2020

ESTA EDICIÓN ESTARÁ VIGENTE DEL 15 AL 25 DE ENERO 2020

En esta nueva edición de su revista digital COLAPAS: vamos a dar respuesta a varias  preguntas que nos fueron planteadas por nuestros amigos y amigas lectores. Y que nuestro biblista y teólogo cibernético va a tratar de responder gracias a su contante espíritu de investigación.

Es muy importante tener claro que lo más importante cuando leemos la Biblia es estar seguros de que hemos comprendido todo el significado de las palabras y sobre todos de algunos conceptos relacionados con la época en que se realizaron los hechos. También nos surgen interrogantes sobre temas no bíblicos. Así es que comenzamos con nuestro encuentro de esta semana. Las preguntas planteadas para esta semana y sus respectivas respuestas son las siguientes:
¿Qué me puede decir sobre la hemorroísa?
¿Cómo era vista esa mujer de acuerdo con las leyes?
¿Cómo funciona la balanza de Dios?
¿Cuál es el ayuno que Dios quiere bíblica mente?

¿Bíblica mente que entendemos por Nuestro pan de cada día?

¿La costumbre de los israelitas de viajar a Jerusalén?
¿Significado de las perlas en la época de Jesús?
¿EL verdadero significado del número doce?
1. ¿Qué me puede decir sobre la hemorroísa?

El evangelio relata el caso de una mujer curada por Jesús a la que llama “hemorroísa”. Los males de esta mujer eran la menorragia: una menstruación irregular, que le hacía padecer un continuo flujo de sangre.
Aparte de las incomodidades y debilitamiento que produce una dolencia así, esta mujer era permanentemente “impura”, ya que durante los días de su menstruación cualquier mujer era considerada impura de acuerdo a (Levítico 15, 19-30). El caso de esta mujer era de extrema marginación social: por ser mujer, por su enfermedad, por su esterilidad y por su soledad.

2. ¿Cómo era vista esa mujer de acuerdo con las leyes?

En las leyes civiles y religiosas y en las costumbres de Israel, la mujer era considerada como un ser inferior al hombre. Las leyes civiles la asimilaban al esclavo y al niño menor de edad ya que, como ellos, debía tener a un varón como dueño.
Su testimonio no era válido en un juicio, pues se la consideraba mentirosa. En el plano religioso también estaba marginada. No podía leer las Escrituras en la sinagoga, no bendecía la mesa. El mismo lenguaje era discriminador: las palabras hebreas “piadoso”, “justo” y “santo” no tienen femenino.
Se suponía que una mujer nunca podía ser lo que estas palabras indican. Existía una oración que se recomendaba rezar todos los días a los varones: “Alabado sea Dios por no haberme hecho mujer”.
La exclusión de la mujer de la vida social era mucho mayor entre las clases altas y en las ciudades grandes, que en el campo y pue­blos pequeños.
La escasa importancia que se daba a la mujer se le concedía exclusivamente por su habilidad en los oficios de la casa. Se la apreciaba fundamentalmente por su fecundidad.
Una mujer incapaz de tener hijos apenas valía nada. En este contexto, se apreciaba más dar a luz un varón que una niña. El nacimiento de una niña producía en ocasiones indiferencia o tristeza: “Desdichado aquel cuyos hijos son niñas”, afirmaba un dicho popular.

3. ¿Cómo funciona la balanza de Dios?

En la balanza de Dios no existe diferencia de sexos. Hombre y mujer valen lo mismo. El evangelio es feminista al reivindicar la igualdad fundamental de la mujer respecto al hombre y la igual dignidad de ambos ante Dios (Gálatas 3, 28).
Este fue uno de los aspectos más revolucionarios del mensaje de Jesús. Sólo teniendo en cuenta el arraigado machismo de la sociedad de su tiempo se logra dimensionar la sorpresa que tuvo que causar la actitud de Jesús hacia las mujeres.

4. ¿Cuál es el ayuno que Dios quiere bíblica mente?

En Israel, la penitencia de ayunar aparece como una forma de humillación del hombre ante Dios. Se practicaba para dar más eficacia a la oración, en momentos de peligro o de prueba. Había días de ayuno, en los que la ley religiosa determinaba que todo el pueblo debía abstenerse de comer, en recuerdo de grandes calamidades nacionales o para pedir la ayuda divina. Por otra parte también se podía ayunar por devoción personal. En tiempos de Jesús, se había ido dando cada vez una mayor importancia a esta práctica.
De ahí que los fariseos tenían costumbre de ayunar dos veces por semana, los lunes y los jueves. Juan el Bautista, por sus orígenes esenios, inculcaría seguramente en sus discípulos la necesidad del ayuno.

Por otra parte el ayuno, como otras devociones religiosas, fue criticado duramente por los profetas de Israel. Había llegado a convertirse en una especie de chantaje espiritual por el que los hombres injustos pensaban ganarse el favor de Dios, olvidando lo esencial de la actitud religiosa: la justicia.
Con el culto, con incienso y oraciones, con duras penitencias, buscaban hacer méritos ante Dios y así salvarse.
Los profetas clamaron contra esta caricatura de Dios y de la religión y dejaron bien claro cuál era “el ayuno que Dios quiere”: liberar a los oprimidos, compartir el pan, abrir las puertas de las cárceles (Isaías 58, 1-12).
Jesús consagró definitivamente el mensaje de los profetas. En la primera comunidad cristiana se aceptó la práctica del ayuno como una preparación para la elección de los dirigentes de la Iglesia (Hechos 13, 2-3), pero en ninguna de las cartas de los apóstoles se menciona el ayuno.

5. ¿Bíblica mente que entendemos por Nuestro pan de cada día?

En Israel los pobres dormían en esteras de paja, extendidas sobre la tierra y se cubrían con sus mantos. Usar cama para dormir era un lujo. }
Sólo los ricos disponían de una especie de camas, no exactas a las actuales, que en algunas ocasiones les servían durante el día como mesas para comer. Las esteras solían hacerse a partir de una tira larga de fibra que después se cosía en espiral.
En varias ocasiones el evangelio se refiere a la costumbre de Jesús de rezar en el silencio de la noche (Lucas 5, 16). Jesús cumpliría con las oraciones tradicionales en su pueblo: al amanecer, al atardecer, antes de las comidas y los sábados en la sinagoga.
Pero lo que llamó la atención de sus contemporáneos fue su forma personal, confiada y constante, de hablar con Dios, al margen de las leyes litúrgicas.
Por otra parte en su oración, Jesús rezaba por otros y así consta varias veces en los evangelios (Lucas 22, 31-32; Juan 14, 15-16). Esto fue muy significativo. En Israel no era frecuente la costumbre de que unos pidieran por otros. Interceder por los demás era propio del pro­feta, del hombre que sentía responsabilidad y preocupación por los problemas de su pueblo.
En las oraciones de las gentes sencillas de Israel Dios era visto como un rey lejano. Rezar se entendía como una forma de rendirle homenaje. Y así como ante los reyes había que cumplir con un ceremonial, igual en la oración.
Por eso existía la tendencia a usar fórmulas fijas, solemnes, establecidas por antiguas tradiciones. La oración estaba también ligada a la idea del mérito. Se entendía que rezando se conseguían favores de Dios. Y si se recomendaba la oración comunitaria era porque así llegaba con más fuerza al cielo.
Al enseñar a sus discípulos la oración del Padrenuestro, Jesús se apartó de las costumbres religiosas de su pueblo y de su tiempo.
Las oraciones que rezaban los israelitas se recitaban en hebreo.
El Padrenuestro es, en cambio, una oración en arameo, la lengua que hablaba la gente. En la lengua materna de Jesús, el Padrenuestro suena así: “Abba, yitqaddás semaj, teté maljutáj…” Jesús llamó a Dios “Abba” y enseñó a sus amigos a invocar a Dios con esta palabra tan familiar de la lengua aramea. “Abba” significa papá, papaíto. “Abba” e “imma” (papá, mamá) son las palabras de los primeros balbuceos infantiles. Para los contemporáneos de Jesús era inconcebible e irrespetuoso dirigirse a Dios con tanta espontaneidad. Así, Jesús sacó la oración del ambiente litúrgico y sagrado en donde la había colocado la tradición de Israel, para situarla en el marco de lo cotidiano. En toda la extensa literatura de oraciones del judaísmo antiguo no se encuentra ni un solo ejemplo en el que se invoque a Dios como “Abba”, ni en las plegarias litúrgicas ni en las privadas.
En el Padrenuestro, más que una fórmula fija para la oración, Jesús propuso una nueva relación de confianza con Dios. De las dos versiones que dan los evangelios del Padrenuestro (Mateo 6, 9-13 y Lucas 11, 2-4), la de Lucas es la más antigua y conserva las palabras más originales de Jesús.

6. ¿La costumbre de los israelitas de viajar a Jerusalén?

Tres veces al año, con ocasión de las fiestas de Pascua, Pentecostés y las Tiendas, los israelitas tenían costumbre de viajar a Jerusalén. También viajaban hacia la capital multitud de extranjeros de los países vecinos.
La fiesta de la Pascua era la que atraía el mayor número de peregrinos cada año. Como era en primavera, esto facilitaba el viaje, porque para febrero o marzo terminaba ya la época de las lluvias y los caminos estaban más transitables. Formaba parte esencial de los preparativos del viaje buscar compañía para el camino. Había muchos asaltantes de caminos y nadie se atrevía a hacer solo un viaje tan largo. Por eso se formaban siempre grandes caravanas para las fiestas.

7. ¿Significado de las perlas en la época de Jesús?

Las perlas fueron un artículo muy codiciado en los tiempos antiguos.
Simbolizaban la fecundidad: eran un fruto precioso de las aguas y crecían y se desarrollaban ocultas, como sucede con el embrión humano.
Las pescaban buceadores en el Mar Rojo, en el Golfo Pérsico y en el Océano Índico y eran muy usadas en collares. Los tesoros escondidos son tema predilecto de los cuentos orientales.
En el tiempo de Jesús tenían una base histórica. Las innumerables guerras que sacudieron Palestina a lo largo de siglos hicieron que mucha gente, en el momento de la huida, dejara escondido en la tierra sus posesiones más valiosas, hasta un posible retorno que no siempre ocurría.

¿EL verdadero significado del número doce?

El número doce tenía una significación especial en el antiguo Oriente. Seguramente, por el hecho de estar dividido el año en doce meses.
En Israel, era considerada como cifra que designaba una totalidad y que sintetizaba, en un solo número, a todo el pueblo de Dios.
Doce fueron los hijos de Jacob, los patriarcas que dieron nombre a las doce tribus que poblaron la Tierra Prometida.
Una tradición muy antigua dentro de los evangelios recuerda en varias ocasiones que Jesús eligió a doce discípulos, como núcleo de sus muchos seguidores.
Cuando en los textos del Nuevo Testamento se habla de “los doce”, se está haciendo referencia a doce personas individuales de los que tenemos la lista de nombres y a la vez, “los doce” es un símbolo de la nueva comunidad, heredera del pueblo de las doce tribus.
El número doce es particularmente preferido en el libro del Apocalipsis: aparece en las medidas de la nueva Jerusalén y en el número de los elegidos, que serán 144 mil (12 × 12 × mil = totalidad de totalidades).

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