En esta décima segunda edición de este año vamos a dar respuesta a trece preguntas que nos fueron planteadas por
nuestros amigos y amigas lectores. Y que nuestro biblista y teólogo cibernético
va a tratar de responder.
Es muy importante tener claro que lo más importante
cuando escudriñamos la Biblia es estar seguros de que hemos comprendido todo el
significado de las palabras y sobre todos de algunos conceptos relacionados con
la época en que se realizaron los hechos. Así es que comenzamos con nuestro
encuentro de esta décima segunda semana del 2019.
1. ¿Qué me puede decir sobre los Fariseos?
Los fariseos fueron una especie de partido político-religioso en el
antiguo Israel alrededor del momento en que Jesús nació. Hoy los consideramos
“liberales” en el sentido que creían que el texto de la Biblia debía ser
interpretado y no necesariamente entendido literalmente. Esta afirmación surgía
de su declaración que junto con el inmutable texto de la Tora Escrita (revelada
en el Sinaí por Dios a Moisés) también se había revelado una tradición oral que
justamente consistía en una suerte de “sistema” para interpretar el texto de la
Tora y derivar aplicaciones de la misma que no están literalmente escritas.
Los fariseos, influenciados por la filosofía griega, fueron también uno
de los primeros grupos judíos en enseñar que hay vida después de la muerte (una
noción que no figura en la Biblia Hebrea salvo un comentario final en el libro
de Daniel que justamente fue escrito bajo dominio helénico/griego). Si bien en
sus enseñanzas decían que en la vida después de la muerte Dios recompensaría a
los justos, transmitieron a sus seguidores que debían servir a Dios sin esperar
recompensa alguna sino por amor. En algún punto el judaísmo rabínico es el
judaísmo que iniciaron los fariseos.
Ahora paso a explicarle las enseñanzas de los fariseos en Jesús: Hay
muchos paralelismos entre los dichos de Jesús y las enseñanzas que nos llegaron
de los fariseos. Por ejemplo, Jesús declaró que cada vez que dos personas se
congregan en su nombre el está entre ellos. El paralelo fariseo de esto es que
cuando dos judíos se sientan a estudiar las palabras de la Tora de Dios, la
presencia divina habita entre ambos. Esto presenta el arquetipo en la
diferencia de aproximación a la religión o la fe entre los judíos y los
cristianos. Para los cristianos Dios está presente en el cuerpo y la vida de
Jesús. Para los judíos Dios está presente entre las palabras de la Tora.
La palabra para los judíos no se hace carne sino que
permanece palabra en su sentido más complejo de abstracción.
2. ¿Qué significaba para los judíos: “No debe hablarse mucho con una
mujer en la calle”?
Un
viejo proverbio de los rabinos en tiempos de Jesús decía: “No debe hablarse
mucho con una mujer en la calle”. No sólo con una prostituta, que ya era el
colmo, sino con cualquier mujer.
Jesús
rompió en multitud de ocasiones las costumbres de su pueblo con respecto a la
relación con las mujeres. Y dentro de esta libertad suya frente a las
tradiciones, trató con especial preferencia a las “malas mujeres”, con lo que
escandalizó profundamente a las “buenas” mujeres y hombres de su tiempo.
3. ¿Qué me puede decir sobre el capitán romano que
menciona la biblia?
Es muy
importante que tengamos muy claro que por la importancia estratégica de
Cafarnaum, había en la ciudad una guarnición romana con un centurión al frente.
El centurión, equivalente a un capitán o comandante, era la autoridad militar
que mandaba sobre la centuria, la unidad más pequeña de la infantería romana,
compuesta por cien soldados.
Seis
centurias formaban una cohorte. Y diez cohortes formaban una legión. Los
soldados romanos usaban cascos de bronce y cotas de malla y entre sus armas
contaban con jabalina, espada y puñal. El escudo era curvo, de madera forrada
de piel con refuerzos de metal.
4 ¿Era Mateo
empleado de Herodes o del Imperio Romano?
Me gusta esta
pregunta. Aunque Mateo, como cobrador de impuestos, no era funcionario del
imperio romano, sino del rey Herodes (porque su puesto de aduanas estaba en
Galilea, territorio bajo el control de Herodes) tendría muy buenas relaciones
con los soldados romanos. Era el poder de Roma quien mantenía en su trono a
Herodes.
Por otra
parte, considero de mucha importancia compartirle algunos detalles sobre el
apóstol Mateo: (Leví o Leví de Alfeo, llamado San
Mateo Apóstol o San Mateo Evangelista; Siglo I) Evangelista y uno de los doce
apóstoles de Jesucristo. La tradición cristiana le atribuye la autoría del
primero de los Evangelios llamados sinópticos (los de San Mateo,
San Marcos y San Lucas).
Es muy importante señalar que Mateo residía en Cafarnaúm, ciudad de una gran
importancia comercial por estar situada en la gran ruta recorrida por las
caravanas en sus viajes entre Siria y Egipto, y, también, a causa de su
proximidad a la frontera que separaba el territorio de Filipo del de Herodes
Antipas. Mateo ejercía como recaudador de impuestos en nombre de este último.
De acuerdo con el propio evangelio de San Mateo
(9:9) y el de San Marcos (2:14), Mateo se hallaba en su
despacho de recaudación de tributos en Cafarnaúm, junto al mar de Galilea,
cuando Jesús le dijo: «Sígueme.» San Mateo respondió con admirable prontitud a
la exhortación al apostolado del Maestro: se despidió con un suntuoso banquete
de sus amigos y de su vida pasada y siguió, pobre, los pasos y la doctrina
de Jesús de
Nazaret.
Como la ocupación de Mateo, recaudador al servicio
de Herodes
Antipas, tetrarca de Judea, era mal vista y
aun despreciada por el pueblo judío, los fariseos criticaron a Jesús al verlo
comer con los publicanos y los pecadores, a lo que Jesús contestó: «No he
venido a llamar a los justos, sino a los pecadores» (Marcos 2;15-17). Se supone
que Jesús le impuso el nombre de Mateo, que significa «don del Señor»; antes de
seguirle, Mateo era llamado Leví o Leví de Alfeo, es decir, hijo de Alfeo.
El
Nuevo Testamento no aporta más detalles biográficos sobre su persona, si bien
la tradición indica que evangelizó Judea y, posteriormente, fue misionero en
Etiopía y Persia. Al parecer, vivió largos años en Antioquía, donde escribió su
Evangelio, que, por su destacado interés eclesiástico, permite vislumbrar la
realidad de una comunidad ferviente y disciplinada, esencialmente judía en
cuanto a su origen, pero alentada por un vivo ímpetu misional.
Hay disparidad de criterios acerca de su muerte, y
mientras algunas fuentes mencionan que murió martirizado, otras afirman que
falleció de muerte natural. Clemente
de Alejandría aduce precisamente el ejemplo
de San Mateo para demostrar que es posible salvarse sin el martirio. En 1808,
la iglesia de la ciudad italiana de Salerno reafirmó que se habían hallado sus
restos.
El Evangelio de San Mateo, escrito probablemente hacia
el año 80, va dirigido a lectores palestinos o judíos crisitianizados y, por
ello, familiarizados con el Antiguo Testamento. También por ello pone especial
empeño en demostrar el Mesías
anunciado. Desde los primeros tiempos de la Iglesia se concedió gran
importancia a su testimonio; no obstante, la crítica moderna rechaza
atribuirle, al menos en su totalidad, dicho evangelio. La festividad de San
Mateo se celebra el 21 de septiembre.
5. ¿El pueblo judío era y es nacionalista por
excelencia?
El pueblo
israelita ha sido y es un pueblo excesivamente nacionalista. Su convicción de
ser el pueblo elegido por Dios está en la raíz de ese sentimiento, excluyente
de los otros pueblos y discriminador de los extranjeros.
En el tiempo
de Jesús, era creencia bastante generalizada que cuando llegara el Mesías sería
la hora del gran juicio de Dios a todas las naciones y entonces habría venganza
contra ellas. Jesús rompió radicalmente con estas ideas y sustituyó el
nacionalismo por el universalismo.
Y aunque se
relacionó sólo en ocasiones aisladas con extranjeros, los trató sin prejuicios,
como un signo de que Dios no pertenece a ninguna raza ni a ninguna nación.
6. ¿Qué me puede decir
sobre el trigo y la mala hierba?
En
Palestina crece una variedad de cizaña, la llamada “cizaña venenosa”, que es
una hierba mala muy parecida al trigo. Cuando está creciendo, apenas se
distingue de éste. Si hay mucha de esta hierba mala en el campo resulta
peligroso escardar la cizaña antes de tiempo, porque sus raíces podrían estar
enredadas bajo la tierra con las del trigo.
Los
campesinos acostumbran a aprovechar la cizaña dejándola secar y usándola
después para hacer fuego. Palestina es una tierra muy pobre en bosques y
escasea el material combustible.
Cuando
el trigo estaba listo, se segaba con hoces y se trillaba con ayuda del ganado o
de tablas con dientes de pedernal en su parte inferior. Después, se aventaba el
grano con horquillas de madera para separarlo de la paja.
7. ¿Quién era la
hemorroisa realmente?
Claro que si
estimada amiga, el evangelio relata el caso de una mujer curada por Jesús a la que
llama “hemorroísa”. Los males de esta mujer eran la menorragia: una
menstruación irregular, que le hacía padecer un continuo flujo de sangre.
Aparte de las
incomodidades y debilitamiento que produce una dolencia así, esta mujer era
permanentemente “impura”, ya que durante los días de su menstruación cualquier
mujer era considerada impura (Levítico 15, 19-30). El caso de esta mujer era de
extrema marginación social: por ser mujer, por su enfermedad, por su
esterilidad y por su soledad.
8. ¿Cómo era considerada la mujer en la época de
Jesús?
En las leyes
civiles y religiosas y en las costumbres de Israel, la mujer era considerada
como un ser inferior al hombre. Las leyes civiles la asimilaban al esclavo y al
niño menor de edad ya que, como ellos, debía tener a un varón como dueño.
Su testimonio
no era válido en un juicio, pues se la consideraba mentirosa. En el plano
religioso también estaba marginada. No podía leer las Escrituras en la
sinagoga, no bendecía la mesa. El mismo lenguaje era discriminador: las
palabras hebreas “piadoso”, “justo” y “santo” no tienen femenino.
Se suponía
que una mujer nunca podía ser lo que estas palabras indican. Existía una
oración que se recomendaba rezar todos los días a los varones: “Alabado sea
Dios por no haberme hecho mujer”. La exclusión de la mujer de la vida social
era mucho mayor entre las clases altas y en las ciudades grandes, que en el
campo y pueblos pequeños.
La escasa
importancia que se daba a la mujer se le concedía exclusivamente por su
habilidad en los oficios de la casa. Se la apreciaba fundamentalmente por su
fecundidad. Una mujer incapaz de tener hijos apenas valía nada. En este
contexto, se apreciaba más dar a luz un varón que una niña. El nacimiento de
una niña producía en ocasiones indiferencia o tristeza: “Desdichado aquel cuyos
hijos son niñas”, afirmaba un dicho popular.
9. ¿Cómo funciona la balanza de Dios?
Excelente
pregunta debo comenzar diciendo que en la balanza de Dios no existe diferencia
de sexos. Hombre y mujer valen lo mismo. El evangelio es feminista al
reivindicar la igualdad fundamental de la mujer respecto al hombre y la igual
dignidad de ambos ante Dios (Gálatas 3, 28).
Este fue uno
de los aspectos más revolucionarios del mensaje de Jesús. Sólo teniendo en
cuenta el arraigado machismo de la sociedad de su tiempo se logra dimensionar
la sorpresa que tuvo que causar la actitud de Jesús hacia las mujeres.
Por otra parte es de mucha
importancia tener muy presente que es imposible
subestimar la importancia de la justicia de Dios. La justicia es la sustancia
que mantiene intacta la estructura de nuestro universo.
Cuando la
maldad ataca, hay que imponer a cambio la justicia de Dios. La justicia es la
causa por la que a Lucifer le expulsaron del cielo, la razón por la que los
descendientes de Adán y Eva fueron redimidos por Jesús en la cruz, el motivo
por el que los mártires están sentados en una posición preferente cerca del
Padre. En el Reino De Dios, siempre que ocurre una injusticia hay que imponer
la justicia.
No obstante,
la justicia es algo más que una pauta de Dios. De hecho, se trata de la misma
naturaleza de Dios. Su nombre: Jehová Mispat significa Dios de justicia. Su
nombre está esparcido por toda la Escritura: YO SOY el juez justo de toda la
creación. YO SOY Dios según quien se juzgan todas las acciones. YO SOY Dios
cuyos párpados prueban a los hijos de los hombres. YO SOY el juez imparcial y
ecuánime.
La justicia
es Su camino: La justicia
está escrita en todos los versículos de la Biblia, en cada renglón de las
Escrituras. Se menciona de modo específico más de 500 veces y es parte
inherente de las palabras y el sacrificio de Jesucristo mismo. Dios es un ser
justo y perfecto. Su camino es la justicia, Él nunca puede ser menos que
perfectamente justo.
El sistema
judicial de Dios gobierna la tierra y hace avanzar el Reino de luz. Dentro del
universo, Dios creó un código de conducta que debemos seguir para que Su reino
se establezca en la tierra. De hecho, la profecía cuyo cumplimiento has estado
esperando ver sólo se cumplirá si estás caminando en los senderos de Dios, de
lo contrario Él simplemente no tiene la justificación necesaria para hacer algo
por ti. Hay un momento para que Dios administre Su justicia divina para cada
asunto al que te enfrentes (Eclesiastés 8:6).
Las balanzas
de justicia: En los tribunales de los EE. UU., a menudo
se puede ver una estatua con la balanza de justicia. Es una mujer con una venda
en los ojos, que sostiene la balanza en equilibrio perfecto. Cuanto ocurre una
injusticia, la balanza se inclina, pero entonces llega la justicia, colocando
su peso al otro lado de la trasgresión y restaurando por tanto la balanza de
justicia. Sólo un peso igual al de la injusticia puede hacer que la balanza
vuelva a estar en perfecto equilibrio.
La justicia
consiste en poner peso al otro lado de la balanza. En un contexto espiritual,
cuando sea que el enemigo venga a atacarte, la justicia de Dios que es
necesaria para equilibrar la balanza es tuya si la pides. Es así de sencillo.
Si hay un ataque de una tonelada en contra tuya, tienes el derecho de pedirle a
Dios una tonelada de unción para neutralizar las obras de injusticia del
enemigo.
Una de los
maravillosos productos del sistema de la justicia de Dios es la paz que
sobrepasa nuestro entendimiento humano. Cuando dejamos que Dios sea Dios y
permitimos que Él actúe por nosotros, podemos deshacernos de toda nuestra
preocupación acerca de los asuntos y problemas a los que nos enfrentamos.
Después de todo, Dios es el que tiene que equilibrar la balanza, no nosotros.
El fruto de
aceptar la justicia de Dios: La paz es el fruto de aceptar la justicia de Dios en
nuestras vidas. El apóstol Pablo lo dijo en Filipenses 4:8-9 Por último,
hermanos, pensad en todo lo verdadero, en todo lo que es digno de respeto, en
todo lo recto, en todo lo puro, en todo lo agradable, todo lo que tiene buena
fama. Pensad en todo lo que es bueno y merece alabanza. Poned en práctica lo
que os enseñé y las instrucciones que os di, lo que me oísteis decir y lo que
me visteis hacer: hacedlo así, y el Dios de paz estará con vosotros.
El pensar
correctamente genera decisiones acertadas, las cuales crean buenos hábitos. Los
buenos hábitos dan lugar a un espíritu sereno.
Toda
decisión que tomemos afecta el que Dios pueda hacer algo por nosotros, así que
haz todo lo que puedas para que Él tenga la justificación para proceder. Dedica
todas tus fuerzas a seguir Sus caminos. Acepta y vive en el ambiente de Su
gracia y amor. Un mundo de bendición y libertad te aguarda, sólo está a la
distancia de una oración de arrepentimiento y de algunas decisiones sabias.
10. ¿Quiénes eran Dimas y Gestas?
Gestas,
lugarteniente de Dimas era sanguinario, vengativo, de crueles sentimientos, y
aborrecía a su jefe que siempre se mostraba generoso y hasta humanitario, por
lo que ambos vivían siempre en continua oposición y discrepancia.
Se
contaba en la época que Poncio Pilatos había ofrecido una importante suma de
dinero a quien entregara a Dimas , cuya cabeza se había puesto a precio hacía
tiempo, y entonces Gestas, asociándose a otro ladrón llamado Caleb, se dispuso
a vender a su jefe.
Para
realizar su objetivo se valieron de un labrador llamado Esteban a quién
obligaron, atemorizándole, a que se presentara en casa del gobernador de Judea
y le dijese por qué medios había de valerse para prender a Dimas, a la vez que
sería el intermediario para recibir la suma que habían de cobrar los ladrones
traidores.
Informado
Pilatos por el labrador Esteban de lo que se proponían, hizo que una docena de
soldados se disfrazasen de mercaderes, y sabedor Dimas de que una caravana
había de pasar por un camino próximo a su guarida, se preparó en unión de
cuatro de sus camaradas a dar el asalto. En el momento en que la caravana fue
divisada, fueron hacia ella los cinco malhechores y cuando intimaban a los
mercaderes para que entregaran las alhajas y la mercancía, los soldados sacaron
las armas que llevaban ocultas y se lanzaron sobre Dimas y sus compañeros.
En la
refriega fue Dimas herido y hecho prisionero; dos de sus compañeros murieron, y
Gestas y Caleb huyeron por solitarias veredas hasta llegar a casa del labrador Esteban,
donde le obligaron a que entregara la cantidad que Pilatos le había dado.
No bien
los desalmados malhechores salieron al campo, cuando fueron alcanzados por
quienes los habían estado vigilando, apresando a Gestas que se dejó maniatar al
ver que toda resistencia sería inútil. Caleb huyó, pero uno de sus
perseguidores le arrojó una piedra con tal acierto que le derribó, al verle sin
sentido y por no cargar con él en aquel estado, lo acabó de matar.
Volvieron
a la ciudad los enviados de Pilatos, satisfechos de haber cumplido su cometido,
conduciendo a Gestas altamente contrariado por haber caído en sus propias
redes. Dimas cayó en la cuenta de que le habían traicionado sus malvados
compinches. Por eso, cuando llegaron a la cima del Gólgota y se miraron frente
a frente, Dimas increpó lleno de cólera e indignación: “¡Gestas! Veo que no has
querido abandonarme. Sin duda no pensaste bien tu traición y has salido mal
librado de ella”.
“Mucho me
alegro”, contestó Gestas con una horrible carcajada, “de acabar mi vida a tu
lado, valeroso y esforzado capitán”. A lo que respondió Dimas: “Yo me fié de ti
porque no te creí tan perverso, pero te perdono porque yo he tenido la culpa de
mi desgracia”.
Los
sayones dijeron: “Hagamos nuestro oficio”, y comenzaron la operación de clavar
a los dos reos en sus respectivas cruces. Dimas se resignó con su suerte y se
sometió con docilidad hasta que quedó elevada su cruz. Por el contrario, Gestas
hizo resistencia y luchó con los soldados, blasfemó y mezcló espantosos
quejidos con insultos y maldiciones.
Luego que
los dos ladrones quedaron colgados en sus suplicios, los sayones que se habían
ocupado en su crucifixión se sentaron a descansar en la misma cumbre del
Gólgota, hablando entre ellos:
“Hoy es
un gran día, descansemos ahora, pues nos queda otro reo que trae alborotada a
la ciudad”.
Se
referían a Jesucristo, el Hijo de Dios, que también sería crucificado.
11. ¿Por qué Dimas, “el buen ladrón”, fue canonizado
por la Iglesia?
por la Iglesia?
Sorprendente e interesante esta pregunta. Sería necesario comenzar
por decir que San Dimas —el “buen ladrón”— no fue canonizado por la Iglesia,
sino por el mismo Jesucristo, Nuestro Señor. Esta “canonización” se encuentra
registrada en el lugar preciso indicado por el consultante, es decir, Lc 23,
43: “Jesús le dijo: En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el
paraíso”. Ahora bien, en un sentido genérico, santos son todos aquellos que
sabemos con certeza que están en el cielo. Hasta las almas del purgatorio, que
están destinadas al cielo después de un período de purificación, son llamadas
“santas almas del purgatorio”. Por ello, es justo atribuir a Dimas el título de
santo.
Se trata de entender,
con profundidad de horizontes, lo que pasó: la aceptación de Jesucristo por el
“buen ladrón” no fue una aceptación cualquiera, sino una aceptación en
circunstancias muy especiales, que revelaron, de parte de él, una alta densidad
de fe, de esperanza y de caridad, virtudes teologales que se encuentran en el
ápice de todas las virtudes. Su actitud valiente y sublime, en aquel momento,
será rememorada y conmemorada en el cielo por todos los santos, por toda la
eternidad.
Analicemos la situación: Jesús estaba clavado en la Cruz. De
abajo, provenían los insultos de todos los que clamaban por su muerte, conforme
lo describe San Mateo: “Los que pasaban lo injuriaban, y meneando la
cabeza, decían: Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días,
sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz. Igualmente los sumos
sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban también diciendo: A
otros ha salvado y él no se puede salvar. ¡Es el Rey de Israel!, que baje ahora
de la cruz y le creeremos. Confió en Dios, que lo libre si es que lo ama, pues
dijo: Soy Hijo de Dios” (Mt 27, 39-43).
No era, por lo tanto,
apenas la turbamulta que insultaba a Jesús: allí estaban los representantes
máximos del pueblo judío, los príncipes de los sacerdotes y los ancianos.
San Lucas añade un dato que no es registrado por los otros
evangelistas: “Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban
y le ofrecían vinagre, diciendo: Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti
mismo” (Lc 23, 36-37). De aquel modo, los soldados romanos,
representando de alguna manera a la gentilidad, participaban del rechazo a
Jesucristo.
¿Y dónde estaban los
discípulos de Cristo? Todos habían huido. Apenas uno de ellos se había
recompuesto y estaba allí, a los pies de la Cruz, con la Santísima Virgen, la
Madre de Jesús, y algunas santas mujeres que la acompañaban. Por lo tanto, la
fidelidad también estaba presente, representada superlativamente por María
Santísima, que condensó en sí la fidelidad de toda la humanidad.
Por fin, en el ambiente de hostilidad general, toman posición los
dos ladrones que estaban siendo crucificados junto con Jesús. La escena es
descrita por San Lucas: “Uno de los malhechores crucificados lo
insultaba, diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros».
Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía: «¿Ni siquiera temes tú a
Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente,
porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha hecho
nada malo». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». Jesús
le dijo: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso»” (Lc
23, 39-43).
El mal ladrón, llamado
Gestas, estaba interesado en que Jesús usara de sus poderes divinos para que,
salvándose a sí mismo, lo salvara a él, ladrón. El “buen ladrón” toma la
defensa de Jesús y hace un acto de fe en la persona de Él y en la vida futura,
pidiéndole que se acuerde de él cuando haya entrado en su reino. ¡Qué
diferencia! ¡Cuánta grandeza de alma en asociarse a Aquel que todos insultaban!
¡Cuánto valor en disociarse de los que insultaban a Jesús y, por lo tanto, lo
rechazaban! ¡Cuánta humildad y reverencia, cuánta comprensión de la
superioridad de aquel ser divino que sufría injustamente un suplicio análogo al
suyo, pero aún mayor!
Y aquí entramos en el
fondo del problema: el discernimiento de los espíritus, por un lado; la dureza
de corazón, por otro.
En los primordios de
la Iglesia, la “canonización” resultaba del consenso de los fieles. Con el
correr del tiempo, para evitar juicios errados, y poder indicar a los fieles
los verdaderos santos como modelos de perfección cristiana, la Santa Iglesia
reglamentó las condiciones para el reconocimiento de la santidad de alguien.
En cuanto al “buen
ladrón”, los Evangelios no proporcionan ni siquiera su nombre. Dimas llegó a
nosotros gracias a la tradición. Una vez que no hay cómo saberlo por los
escritos, aceptamos lo que la tradición nos transmitió.
Por fin, el hecho de
que apenas uno de los evangelistas mencione su confesión de la divinidad de
Cristo, no es absolutamente razón para negarlo. Lamentablemente, algunos
espíritus críticos aplican el principio de “substracción” de los evangelistas,
cuando es más sapiencial el de “adición”. Esto es, sumemos lo que ellos
registraron, y no sustraigamos. Los evangelistas nos transmitieron lo que
recogieron en sus indagaciones. Aceptemos con fe y gratitud el trabajo que
ellos hicieron, guiados por el Espíritu Santo.
12. Me
podría explicar ¿Que era un Centurión en la armada del Imperio Romano?
Un centurión era el máximo responsable de una centuria: una milicia del Imperio Romano compuesta por cien soldados, según detalla
el diccionario de
la Real Academia Española (RAE). Los centuriones, por lo tanto, eran oficiales que
tenían facultades administrativas y directivas.
Las
centurias pertenecían a agrupaciones conocidas como cohortes. Más allá de lo indicado por la RAE, estas milicias no siempre contaban con un centenar
de integrantes. De hecho, era habitual que tuvieran entre treinta y ochenta
soldados.
Los
centuriones dirigían las centurias y, a su vez, formaban parte de una jerarquía
en el seno de cada cohorte. Para diferenciarse del resto de los miembros de la
milicia, los centuriones utilizaban un uniforme particular que incluía armadura, túnica blanca, protectores
en las piernas y un casco con cresta. Además, disponían de bastón de mando y, a
diferencia de los soldados comunes, portaban la espada en el sector izquierdo
del cuerpo.
El
uniforme del centurión romano era uno de los elementos fundamentales para
distinguirlos de los demás soldados, y esto se sabe gracias a las fuentes iconográficas que se reflejan principalmente en
ciertos relieves históricos, como ser el Arco de Orange, en diversas inscripciones funerarias y en
determinados sarcófagos que datan de los siglos II al IV.
La
túnica del uniforme era de poca extensión y de color blanco; durante las épocas
de temperaturas muy
bajas se usaba en conjunto con pantalones cortos. La armadura era de escamas o
de cota de malla; en general se cubría con pulseras colgantes y medallones con
decorativos.
Como
se menciona más arriba, el centurión romano llevaba su espada corta
(llamada gladius) en su lado
izquierdo. La sujetaba al cuerpo con un cinturón que tenía la funda adherida a
su estructura. En sus piernas usaba
unas piezas protectoras llamadas grebas, que se extendían desde la base del pie hasta la
rodilla.
La cresta que se colocaba sobre el casco de los
centuriones romanos cruzaba la cabeza lateralmente. Según varios historiadores
y teóricos, en un principio todos los soldados usaban este penacho y su
disposición no era para nada arbitraria, sino que tenía el propósito de que el
resto de sus compañeros pudieran verlos por la espalda; sin embargo, durante la
época del Imperio no era común que todos los soldados usaran una cresta ya que
estaba reservada a los centuriones, y así pasó a convertirse en uno de los
elementos que los distinguían con facilidad.
Si
bien no existen evidencias arqueológicas que señalen el color de la cresta, se cree que podía ser roja, negra
o blanca. Por último se encuentran las sandalias de los centuriones, que eran similares a las de
los demás soldados.
En
su labor, los centuriones contaban con la asistencia de los principales, suboficiales que se ubicaban debajo de ellos en la
estructura jerárquica de las milicias. Entre los principales había tres grados
diferentes.
13. ¿Qué me puede contar sobre Cristo
embalsamado?
Es
muy importante que recordemos que José de Arimatea, hermano menor de Joaquín y
padre de María, era miembro del Sanedrín (Tribunal supremo de los judíos) y
decurión del Imperio Romano; es decir agente de minas de plomo y estaño, era un
tanto judío rico, que además se convirtió en discípulo de Jesús. De acuerdo con
la descripción del apóstol Juan (Jn 19:38-42), logró por su posición social,
que Poncio Pilatos, el procurador romano, le permitiera “tomar” el cuerpo de
Jesús junto con Nicodemo y hacerse cargo de él para amortajarlo y sepultarlo,
según la tradición judía de esa época. Por ello actualmente en la tradición
católica se le considera como patrono de embalsamadores y sepultureros.
José
de Arimatea hizo todo esto en secreto por temor a los judíos que habían
sido exaltados para crucificar a Jesús. También pidió a Pilatos una guardia
para el sepulcro y proteger su cadáver (se entiende que de las fieras y de
otras personas ajenas).
La
tradición cristiana ha supuesto que, precisamente, José de Arimatea era el
propietario de la tumba (donde hoy se ubica la basílica del santo Sepulcro) en
que se depositó el cuerpo de Jesucristo, esto como una excepción a la costumbre
romana de depositar los cadáveres de los condenados en lugares comunes del
pueblo destinados para ello. Por otra parte, la tumba se encontraba
relativamente cerca del monte Calvario donde fue crucificado Jesús, lo que
haría menos difícil su traslado. El sepulcro estaba dentro de uno de sus
huertos, lo cual era permitido por la costumbre judía. El huerto judío no era
de árboles frutales y hortalizas, sino de árboles que se dejaban crecer de
manera natural. Su ubicación cumplía también con la regla sanitaria rabínica de
que las tumbas debían estar a no menos de 25 metros de la ciudad. Los
evangelios, afirman que el sepulcro era nuevo, que estaba excavado en la roca,
midiendo cuatro metros de largo por dos de altura; su acceso era bajo y
pequeño, el cual se cerraba con un monolito (roca) llamado “golel”, encajándolo
en una ranura también excavada. Tenía un pequeño vestíbulo y luego en la cámara
mortuoria había un lecho para poner el cadáver.
Los
textos judíos nos explican que, en las muertes por crucifixión bajo el
procedimiento romano, los familiares debían esperar hasta el crepúsculo para
bajar el cadáver desfijándolo de la cruz de madera. En el caso de Jesucristo,
por razones que más adelante se mencionan, había premura para embalsamarlo y
hacer los demás preparativos funerarios.
Filón
describe que las autoridades romanas permitían, durante las festividades
judías, que los familiares de los ajusticiados pudieran disponer de los cuerpos
para darles sepultura.
La
costumbre judía para sepultar a sus muertos ponía énfasis en el lavado antes de
la unción que implicaba el embalsamamiento y amortajamiento. Además, el lavado
debió ser especialmente importante para preparar el cuerpo de Cristo,
considerando la cantidad de sangre reseca por los azotes, la corona de espinas,
los salivazos y la crucifixión misma a que fue sometido en su juicio y
recorrido de su sacrificio.
Dice
el evangelio que, tal como era la costumbre judía, lo amortajaron,
“envolviéndolo” y fajándolo o ligándolo con lienzos y con “aromas”.
Nicodemo
entregó (Jn 19:39) a quienes prepararían el cuerpo de Jesús, 100 libras de una
mezcla de mirra y áloe, con ella fajaron el cuerpo de Jesús con vendas y
líquidos aromáticos. La “mirra” es el resultado de la exudación del árbol
“bálsamo-dendron”.
Entre
otras cosas, era usada por los judíos para embalsamar. Por su parte el “áloe”
tenía usos como aromático.
Otros
comentaristas, en base al deseo expresado por Nicodemo, han señalado que es
posible que también se haya utilizado como aromático el ungüento de nardo, el
mismo que fue aplicado por María de Betania para ungir los pies de Jesús (Jn
12:3ss).
Aunque
en ese tiempo, los judíos tenían un considerable conocimiento de las técnicas
egipcias de embalsamamiento para preservar indefinidamente los cadáveres de sus
personajes, en ese sentido, el uso que daban los judíos a mezclas como las de
mirra y áloe no era propiamente para embalsamar, sino solo para postergar por
unos días la descomposición cadavérica y con ello el hedor consecuente; esto
sobre todo como una muestra de reverencia y respeto al fallecido.
Sobre
la cantidad de la mezcla de mirra y áloe para embalsamarlo, expertos en el tema
han explicado que la “libra” griega equivalía aproximadamente a 327 gramos, por
lo cual cien libras serían 32 kilogramos, lo cual es desproporcionado, por lo tanto,
se ha supuesto que la cantidad de 100 libras, fue un error de traducción.
Respecto
al amortajamiento, existe algún desacuerdo con relación, de haber sido con un
gran lienzo (o “sábana”) o con “fajas” o “vendas”, como lo describe Juan.
Esta última opinión se apoya en la descripción de la resurrección de Lázaro,
que sale del sepulcro “ligados pies y manos con fajas y el rostro envuelto
en un sudario” (Jn 11:44).
La
otra opinión es que se trató de un lienzo o “sábana” de lino, “según la
costumbre sepultar entre los judíos”. Marcos (Mc 15:46) señala que José de
Arimatea compró una sábana para el cuerpo de Jesús. Se refuerza si se considera
que, según algunos estudiosos, el día (viernes, 14 de Nissan) siguiente a la
crucifixión de Jesús, además de ser el Parasceve (tiempo que los judíos
destinaban para prepararse para el sábado) comenzaría la Pascua (15 de Nissan),
por lo cual se necesitaba un procedimiento rápido como envolver su cuerpo con
una sábana grande (sindon o mortaja) y no un vendaje meticulosos que tardaría
más tiempo en realizarlo (Mc 14:51.52). Siendo así, la mortaja se completaría
envolviendo aparte su cabeza con un sudario (Jn 20:7; cf. 11:44). Hechos que
desde la perspectiva de muchos católicos fue confirmado científicamente por el
estudio con la técnica de Carbono-14, realizados en 1988 sobre muestras del
llamado Sudario de Turín, mandadas a tres laboratorios diferentes de cuyo
reporte final se publicó un artículo en la revista científica Natura.
Por
su parte la Iglesia católica, ha evitado manifestarse oficialmente a favor o en
contra del debate de sí fue el Sudario de Turín con el que se amortajó a
Cristo, dejándolo al trabajo de científicos y la fe de los católicos. El papa
Juan Pablo II declaró en 1988, que “…puesto que no es una cuestión de fe, la
Iglesia no debe interceder en estas lides...”.
Una
de las teorías más plausibles sobre cómo fue que se imprimió la imagen, señala
a los gases producidos por el cadáver en sus primeras fases de descomposición.
La Sábana Santa o Sudario de Turín mide 436 cm × 113 cm. La ocasión más
reciente que fue expuesto públicamente, ocurrió entre el 10 de abril y el 23 de
mayo 2010, bajo la autorización del papa Benedicto XVI.
Bach y Cristo amortajado El
más importante músico alemán del barroco, Johann Sebastián Bach, escribió en
1707 la cantata “Cristo yacía amortajado”, pieza para órgano, cuarteo y coro
(tenores, bajos, contralto y soprano). Con letra de Martín Lutero
Glosario:
Jn: Evangelio de Juan, en Nuevo Testamento
Mc: Evangelio de Marcos, en Nuevo Testamento
NUESTRO PROXIMO ENCUENTRO SERA
EL 1 DE ABRIL 2019
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