lunes, 25 de marzo de 2019

LA PRESENTE EDICIÓN ESTARÁ VIGENTE DEL 25 AL 31 DE MARZO 2019.

En esta décima segunda edición de este año vamos a dar respuesta a  trece preguntas que nos fueron planteadas por nuestros amigos y amigas lectores. Y que nuestro biblista y teólogo cibernético va a tratar de responder.
Es muy importante tener claro que lo más importante cuando escudriñamos la Biblia es estar seguros de que hemos comprendido todo el significado de las palabras y sobre todos de algunos conceptos relacionados con la época en que se realizaron los hechos. Así es que comenzamos con nuestro encuentro de esta décima segunda semana del 2019.

1. ¿Qué me puede decir sobre los Fariseos?

Los fariseos fueron una especie de partido político-religioso en el antiguo Israel alrededor del momento en que Jesús nació. Hoy los consideramos “liberales” en el sentido que creían que el texto de la Biblia debía ser interpretado y no necesariamente entendido literalmente. Esta afirmación surgía de su declaración que junto con el inmutable texto de la Tora Escrita (revelada en el Sinaí por Dios a Moisés) también se había revelado una tradición oral que justamente consistía en una suerte de “sistema” para interpretar el texto de la Tora y derivar aplicaciones de la misma que no están literalmente escritas.
Los fariseos, influenciados por la filosofía griega, fueron también uno de los primeros grupos judíos en enseñar que hay vida después de la muerte (una noción que no figura en la Biblia Hebrea salvo un comentario final en el libro de Daniel que justamente fue escrito bajo dominio helénico/griego). Si bien en sus enseñanzas decían que en la vida después de la muerte Dios recompensaría a los justos, transmitieron a sus seguidores que debían servir a Dios sin esperar recompensa alguna sino por amor. En algún punto el judaísmo rabínico es el judaísmo que iniciaron los fariseos.
Ahora paso a explicarle las enseñanzas de los fariseos en Jesús: Hay muchos paralelismos entre los dichos de Jesús y las enseñanzas que nos llegaron de los fariseos. Por ejemplo, Jesús declaró que cada vez que dos personas se congregan en su nombre el está entre ellos. El paralelo fariseo de esto es que cuando dos judíos se sientan a estudiar las palabras de la Tora de Dios, la presencia divina habita entre ambos. Esto presenta el arquetipo en la diferencia de aproximación a la religión o la fe entre los judíos y los cristianos. Para los cristianos Dios está presente en el cuerpo y la vida de Jesús. Para los judíos Dios está presente entre las palabras de la Tora. La palabra para los judíos no se hace carne sino que permanece palabra en su sentido más complejo de abstracción.
2. ¿Qué significaba para los judíos: “No debe hablarse mucho con una mujer en la calle”?

Un viejo proverbio de los rabinos en tiempos de Jesús decía: “No debe hablarse mucho con una mujer en la calle”. No sólo con una prostituta, que ya era el colmo, sino con cualquier mujer.
Jesús rompió en multitud de ocasiones las costumbres de su pueblo con respecto a la relación con las mujeres. Y dentro de esta libertad suya frente a las tradiciones, trató con especial preferencia a las “malas mujeres”, con lo que escandalizó profundamente a las “buenas” mujeres y hombres de su tiempo.

3. ¿Qué me puede decir sobre el capitán romano que menciona la biblia?
Es muy importante que tengamos muy claro que por la importancia estratégica de Cafarnaum, había en la ciudad una guarnición romana con un centurión al frente. El centurión, equivalente a un capitán o comandante, era la autoridad militar que mandaba sobre la centuria, la unidad más pequeña de la infantería romana, compuesta por cien soldados.
Seis centurias formaban una cohorte. Y diez cohortes formaban una legión. Los soldados romanos usaban cascos de bronce y cotas de malla y entre sus armas contaban con jabalina, espada y puñal. El escudo era curvo, de madera forrada de piel con refuerzos de metal.

4 ¿Era Mateo empleado de Herodes o del Imperio Romano?

Me gusta esta pregunta. Aunque Mateo, como cobrador de impuestos, no era funcionario del imperio romano, sino del rey Herodes (porque su puesto de aduanas estaba en Galilea, territorio bajo el control de Herodes) tendría muy buenas relaciones con los soldados romanos. Era el poder de Roma quien mantenía en su trono a Herodes.
Por otra parte, considero de mucha importancia compartirle algunos detalles sobre el apóstol Mateo: (Leví o Leví de Alfeo, llamado San Mateo Apóstol o San Mateo Evangelista; Siglo I) Evangelista y uno de los doce apóstoles de Jesucristo. La tradición cristiana le atribuye la autoría del primero de los Evangelios llamados sinópticos (los de San Mateo, San Marcos y San Lucas).
Es muy importante señalar que Mateo residía en Cafarnaúm, ciudad de una gran importancia comercial por estar situada en la gran ruta recorrida por las caravanas en sus viajes entre Siria y Egipto, y, también, a causa de su proximidad a la frontera que separaba el territorio de Filipo del de Herodes Antipas. Mateo ejercía como recaudador de impuestos en nombre de este último.
De acuerdo con el propio evangelio de San Mateo (9:9) y el de San Marcos (2:14), Mateo se hallaba en su despacho de recaudación de tributos en Cafarnaúm, junto al mar de Galilea, cuando Jesús le dijo: «Sígueme.» San Mateo respondió con admirable prontitud a la exhortación al apostolado del Maestro: se despidió con un suntuoso banquete de sus amigos y de su vida pasada y siguió, pobre, los pasos y la doctrina de Jesús de Nazaret.

Como la ocupación de Mateo, recaudador al servicio de Herodes Antipas, tetrarca de Judea, era mal vista y aun despreciada por el pueblo judío, los fariseos criticaron a Jesús al verlo comer con los publicanos y los pecadores, a lo que Jesús contestó: «No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores» (Marcos 2;15-17). Se supone que Jesús le impuso el nombre de Mateo, que significa «don del Señor»; antes de seguirle, Mateo era llamado Leví o Leví de Alfeo, es decir, hijo de Alfeo.
El Nuevo Testamento no aporta más detalles biográficos sobre su persona, si bien la tradición indica que evangelizó Judea y, posteriormente, fue misionero en Etiopía y Persia. Al parecer, vivió largos años en Antioquía, donde escribió su Evangelio, que, por su destacado interés eclesiástico, permite vislumbrar la realidad de una comunidad ferviente y disciplinada, esencialmente judía en cuanto a su origen, pero alentada por un vivo ímpetu misional.
Hay disparidad de criterios acerca de su muerte, y mientras algunas fuentes mencionan que murió martirizado, otras afirman que falleció de muerte naturalClemente de Alejandría aduce precisamente el ejemplo de San Mateo para demostrar que es posible salvarse sin el martirio. En 1808, la iglesia de la ciudad italiana de Salerno reafirmó que se habían hallado sus restos.

El Evangelio de San Mateo, escrito probablemente hacia el año 80, va dirigido a lectores palestinos o judíos crisitianizados y, por ello, familiarizados con el Antiguo Testamento. También por ello pone especial empeño en demostrar   el Mesías anunciado. Desde los primeros tiempos de la Iglesia se concedió gran importancia a su testimonio; no obstante, la crítica moderna rechaza atribuirle, al menos en su totalidad, dicho evangelio. La festividad de San Mateo se celebra el 21 de septiembre.

5. ¿El pueblo judío era y es nacionalista por excelencia?

El pueblo israelita ha sido y es un pueblo excesivamente nacionalista. Su convicción de ser el pueblo elegido por Dios está en la raíz de ese sentimiento, excluyente de los otros pueblos y discriminador de los extranjeros.
En el tiempo de Jesús, era creencia bastante generalizada que cuando llegara el Mesías sería la hora del gran juicio de Dios a todas las naciones y entonces habría venganza contra ellas. Jesús rompió radicalmente con estas ideas y sustituyó el nacionalismo por el universalismo.
Y aunque se relacionó sólo en ocasiones aisladas con extranjeros, los trató sin prejuicios, como un signo de que Dios no pertenece a ninguna raza ni a ninguna nación.

6. ¿Qué me puede decir sobre el trigo y la mala hierba?
En Palestina crece una variedad de cizaña, la llamada “cizaña venenosa”, que es una hierba mala muy parecida al trigo. Cuando está creciendo, apenas se distingue de éste. Si hay mucha de esta hierba mala en el campo resulta peligroso escardar la cizaña antes de tiempo, porque sus raíces podrían estar enredadas bajo la tierra con las del trigo.
Los campesinos acostumbran a aprovechar la cizaña dejándola secar y usándola después para hacer fuego. Palestina es una tierra muy pobre en bosques y escasea el material combustible.
Cuando el trigo estaba listo, se segaba con hoces y se trillaba con ayuda del ganado o de tablas con dientes de pedernal en su parte inferior. Después, se aventaba el grano con horquillas de madera para separarlo de la paja.

7. ¿Quién era la hemorroisa realmente?
Claro que si estimada amiga, el evangelio relata el caso de una mujer curada por Jesús a la que llama “hemorroísa”. Los males de esta mujer eran la menorragia: una menstruación irregular, que le hacía padecer un continuo flujo de sangre.
Aparte de las incomodidades y debilitamiento que produce una dolencia así, esta mujer era permanentemente “impura”, ya que durante los días de su menstruación cualquier mujer era considerada impura (Levítico 15, 19-30). El caso de esta mujer era de extrema marginación social: por ser mujer, por su enfermedad, por su esterilidad y por su soledad.

8. ¿Cómo era considerada la mujer en la época de Jesús?

En las leyes civiles y religiosas y en las costumbres de Israel, la mujer era considerada como un ser inferior al hombre. Las leyes civiles la asimilaban al esclavo y al niño menor de edad ya que, como ellos, debía tener a un varón como dueño.
Su testimonio no era válido en un juicio, pues se la consideraba mentirosa. En el plano religioso también estaba marginada. No podía leer las Escrituras en la sinagoga, no bendecía la mesa. El mismo lenguaje era discriminador: las palabras hebreas “piadoso”, “justo” y “santo” no tienen femenino.
Se suponía que una mujer nunca podía ser lo que estas palabras indican. Existía una oración que se recomendaba rezar todos los días a los varones: “Alabado sea Dios por no haberme hecho mujer”. La exclusión de la mujer de la vida social era mucho mayor entre las clases altas y en las ciudades grandes, que en el campo y pue­blos pequeños.
La escasa importancia que se daba a la mujer se le concedía exclusivamente por su habilidad en los oficios de la casa. Se la apreciaba fundamentalmente por su fecundidad. Una mujer incapaz de tener hijos apenas valía nada. En este contexto, se apreciaba más dar a luz un varón que una niña. El nacimiento de una niña producía en ocasiones indiferencia o tristeza: “Desdichado aquel cuyos hijos son niñas”, afirmaba un dicho popular.

9. ¿Cómo funciona la balanza de Dios?

Excelente pregunta debo comenzar diciendo que en la balanza de Dios no existe diferencia de sexos. Hombre y mujer valen lo mismo. El evangelio es feminista al reivindicar la igualdad fundamental de la mujer respecto al hombre y la igual dignidad de ambos ante Dios (Gálatas 3, 28).
Este fue uno de los aspectos más revolucionarios del mensaje de Jesús. Sólo teniendo en cuenta el arraigado machismo de la sociedad de su tiempo se logra dimensionar la sorpresa que tuvo que causar la actitud de Jesús hacia las mujeres.
Por otra parte es de mucha importancia tener muy presente que es imposible subestimar la importancia de la justicia de Dios. La justicia es la sustancia que mantiene intacta la estructura de nuestro universo.
Cuando la maldad ataca, hay que imponer a cambio la justicia de Dios. La justicia es la causa por la que a Lucifer le expulsaron del cielo, la razón por la que los descendientes de Adán y Eva fueron redimidos por Jesús en la cruz, el motivo por el que los mártires están sentados en una posición preferente cerca del Padre. En el Reino De Dios, siempre que ocurre una injusticia hay que imponer la justicia.
No obstante, la justicia es algo más que una pauta de Dios. De hecho, se trata de la misma naturaleza de Dios. Su nombre: Jehová Mispat significa Dios de justicia. Su nombre está esparcido por toda la Escritura: YO SOY el juez justo de toda la creación. YO SOY Dios según quien se juzgan todas las acciones. YO SOY Dios cuyos párpados prueban a los hijos de los hombres. YO SOY el juez imparcial y ecuánime.
La justicia es Su camino: La justicia está escrita en todos los versículos de la Biblia, en cada renglón de las Escrituras. Se menciona de modo específico más de 500 veces y es parte inherente de las palabras y el sacrificio de Jesucristo mismo. Dios es un ser justo y perfecto. Su camino es la justicia, Él nunca puede ser menos que perfectamente justo.
El sistema judicial de Dios gobierna la tierra y hace avanzar el Reino de luz. Dentro del universo, Dios creó un código de conducta que debemos seguir para que Su reino se establezca en la tierra. De hecho, la profecía cuyo cumplimiento has estado esperando ver sólo se cumplirá si estás caminando en los senderos de Dios, de lo contrario Él simplemente no tiene la justificación necesaria para hacer algo por ti. Hay un momento para que Dios administre Su justicia divina para cada asunto al que te enfrentes (Eclesiastés 8:6).
Las balanzas de justicia: En los tribunales de los EE. UU., a menudo se puede ver una estatua con la balanza de justicia. Es una mujer con una venda en los ojos, que sostiene la balanza en equilibrio perfecto. Cuanto ocurre una injusticia, la balanza se inclina, pero entonces llega la justicia, colocando su peso al otro lado de la trasgresión y restaurando por tanto la balanza de justicia. Sólo un peso igual al de la injusticia puede hacer que la balanza vuelva a estar en perfecto equilibrio.
La justicia consiste en poner peso al otro lado de la balanza. En un contexto espiritual, cuando sea que el enemigo venga a atacarte, la justicia de Dios que es necesaria para equilibrar la balanza es tuya si la pides. Es así de sencillo. Si hay un ataque de una tonelada en contra tuya, tienes el derecho de pedirle a Dios una tonelada de unción para neutralizar las obras de injusticia del enemigo.
Una de los maravillosos productos del sistema de la justicia de Dios es la paz que sobrepasa nuestro entendimiento humano. Cuando dejamos que Dios sea Dios y permitimos que Él actúe por nosotros, podemos deshacernos de toda nuestra preocupación acerca de los asuntos y problemas a los que nos enfrentamos. Después de todo, Dios es el que tiene que equilibrar la balanza, no nosotros.
El fruto de aceptar la justicia de Dios: La paz es el fruto de aceptar la justicia de Dios en nuestras vidas. El apóstol Pablo lo dijo en Filipenses 4:8-9 Por último, hermanos, pensad en todo lo verdadero, en todo lo que es digno de respeto, en todo lo recto, en todo lo puro, en todo lo agradable, todo lo que tiene buena fama. Pensad en todo lo que es bueno y merece alabanza. Poned en práctica lo que os enseñé y las instrucciones que os di, lo que me oísteis decir y lo que me visteis hacer: hacedlo así, y el Dios de paz estará con vosotros.
El pensar correctamente genera decisiones acertadas, las cuales crean buenos hábitos. Los buenos hábitos dan lugar a un espíritu sereno.
Toda decisión que tomemos afecta el que Dios pueda hacer algo por nosotros, así que haz todo lo que puedas para que Él tenga la justificación para proceder. Dedica todas tus fuerzas a seguir Sus caminos. Acepta y vive en el ambiente de Su gracia y amor. Un mundo de bendición y libertad te aguarda, sólo está a la distancia de una oración de arrepentimiento y de algunas decisiones sabias.
10. ¿Quiénes eran Dimas y Gestas?
Gestas, lugarteniente de Dimas era sanguinario, vengativo, de crueles sentimientos, y aborrecía a su jefe que siempre se mostraba generoso y hasta humanitario, por lo que ambos vivían siempre en continua oposición y discrepancia.
Se contaba en la época que Poncio Pilatos había ofrecido una importante suma de dinero a quien entregara a Dimas , cuya cabeza se había puesto a precio hacía tiempo, y entonces Gestas, asociándose a otro ladrón llamado Caleb, se dispuso a vender a su jefe.
Para realizar su objetivo se valieron de un labrador llamado Esteban a quién obligaron, atemorizándole, a que se presentara en casa del gobernador de Judea y le dijese por qué medios había de valerse para prender a Dimas, a la vez que sería el intermediario para recibir la suma que habían de cobrar los ladrones traidores.
Informado Pilatos por el labrador Esteban de lo que se proponían, hizo que una docena de soldados se disfrazasen de mercaderes, y sabedor Dimas de que una caravana había de pasar por un camino próximo a su guarida, se preparó en unión de cuatro de sus camaradas a dar el asalto. En el momento en que la caravana fue divisada, fueron hacia ella los cinco malhechores y cuando intimaban a los mercaderes para que entregaran las alhajas y la mercancía, los soldados sacaron las armas que llevaban ocultas y se lanzaron sobre Dimas y sus compañeros.
En la refriega fue Dimas herido y hecho prisionero; dos de sus compañeros murieron, y Gestas y Caleb huyeron por solitarias veredas hasta llegar a casa del labrador Esteban, donde le obligaron a que entregara la cantidad que Pilatos le había dado.
No bien los desalmados malhechores salieron al campo, cuando fueron alcanzados por quienes los habían estado vigilando, apresando a Gestas que se dejó maniatar al ver que toda resistencia sería inútil. Caleb huyó, pero uno de sus perseguidores le arrojó una piedra con tal acierto que le derribó, al verle sin sentido y por no cargar con él en aquel estado, lo acabó de matar.
Volvieron a la ciudad los enviados de Pilatos, satisfechos de haber cumplido su cometido, conduciendo a Gestas altamente contrariado por haber caído en sus propias redes. Dimas cayó en la cuenta de que le habían traicionado sus malvados compinches. Por eso, cuando llegaron a la cima del Gólgota y se miraron frente a frente, Dimas increpó lleno de cólera e indignación: “¡Gestas! Veo que no has querido abandonarme. Sin duda no pensaste bien tu traición y has salido mal librado de ella”.
“Mucho me alegro”, contestó Gestas con una horrible carcajada, “de acabar mi vida a tu lado, valeroso y esforzado capitán”. A lo que respondió Dimas: “Yo me fié de ti porque no te creí tan perverso, pero te perdono porque yo he tenido la culpa de mi desgracia”.
Los sayones dijeron: “Hagamos nuestro oficio”, y comenzaron la operación de clavar a los dos reos en sus respectivas cruces. Dimas se resignó con su suerte y se sometió con docilidad hasta que quedó elevada su cruz. Por el contrario, Gestas hizo resistencia y luchó con los soldados, blasfemó y mezcló espantosos quejidos con insultos y maldiciones.
Luego que los dos ladrones quedaron colgados en sus suplicios, los sayones que se habían ocupado en su crucifixión se sentaron a descansar en la misma cumbre del Gólgota, hablando entre ellos:
“Hoy es un gran día, descansemos ahora, pues nos queda otro reo que trae alborotada a la ciudad”.
Se referían a Jesucristo, el Hijo de Dios, que también sería crucificado.
11. ¿Por qué Dimas, “el buen ladrón”, fue canonizado 
por la Iglesia?
Sorprendente e interesante esta pregunta. Sería necesario comenzar por decir que San Dimas —el “buen ladrón”— no fue canonizado por la Iglesia, sino por el mismo Jesucristo, Nuestro Señor. Esta “canonización” se encuentra registrada en el lugar preciso indicado por el consultante, es decir, Lc 23, 43: “Jesús le dijo: En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso”. Ahora bien, en un sentido genérico, santos son todos aquellos que sabemos con certeza que están en el cielo. Hasta las almas del purgatorio, que están destinadas al cielo después de un período de purificación, son llamadas “santas almas del purgatorio”. Por ello, es justo atribuir a Dimas el título de santo.

Se trata de entender, con profundidad de horizontes, lo que pasó: la aceptación de Jesucristo por el “buen ladrón” no fue una aceptación cualquiera, sino una aceptación en circunstancias muy especiales, que revelaron, de parte de él, una alta densidad de fe, de esperanza y de caridad, virtudes teologales que se encuentran en el ápice de todas las virtudes. Su actitud valiente y sublime, en aquel momento, será rememorada y conmemorada en el cielo por todos los santos, por toda la eternidad.
Analicemos la situación: Jesús estaba clavado en la Cruz. De abajo, provenían los insultos de todos los que clamaban por su muerte, conforme lo describe San Mateo: “Los que pasaban lo injuriaban, y meneando la cabeza, decían: Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz. Igualmente los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban también diciendo: A otros ha salvado y él no se puede salvar. ¡Es el Rey de Israel!, que baje ahora de la cruz y le creeremos. Confió en Dios, que lo libre si es que lo ama, pues dijo: Soy Hijo de Dios” (Mt 27, 39-43).

No era, por lo tanto, apenas la turbamulta que insultaba a Jesús: allí estaban los representantes máximos del pueblo judío, los príncipes de los sacerdotes y los ancianos.
San Lucas añade un dato que no es registrado por los otros evangelistas: “Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo: Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo” (Lc 23, 36-37). De aquel modo, los soldados romanos, representando de alguna manera a la gentilidad, participaban del rechazo a Jesucristo.

¿Y dónde estaban los discípulos de Cristo? Todos habían huido. Apenas uno de ellos se había recompuesto y estaba allí, a los pies de la Cruz, con la Santísima Virgen, la Madre de Jesús, y algunas santas mujeres que la acompañaban. Por lo tanto, la fidelidad también estaba presente, representada superlativamente por María Santísima, que condensó en sí la fidelidad de toda la humanidad.
Por fin, en el ambiente de hostilidad general, toman posición los dos ladrones que estaban siendo crucificados junto con Jesús. La escena es descrita por San Lucas: “Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía: «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha hecho nada malo». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». Jesús le dijo: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso»” (Lc 23, 39-43).

El mal ladrón, llamado Gestas, estaba interesado en que Jesús usara de sus poderes divinos para que, salvándose a sí mismo, lo salvara a él, ladrón. El “buen ladrón” toma la defensa de Jesús y hace un acto de fe en la persona de Él y en la vida futura, pidiéndole que se acuerde de él cuando haya entrado en su reino. ¡Qué diferencia! ¡Cuánta grandeza de alma en asociarse a Aquel que todos insultaban! ¡Cuánto valor en disociarse de los que insultaban a Jesús y, por lo tanto, lo rechazaban! ¡Cuánta humildad y reverencia, cuánta comprensión de la superioridad de aquel ser divino que sufría injustamente un suplicio análogo al suyo, pero aún mayor!

Y aquí entramos en el fondo del problema: el discernimiento de los espíritus, por un lado; la dureza de corazón, por otro.
En los primordios de la Iglesia, la “canonización” resultaba del consenso de los fieles. Con el correr del tiempo, para evitar juicios errados, y poder indicar a los fieles los verdaderos santos como modelos de perfección cristiana, la Santa Iglesia reglamentó las condiciones para el reconocimiento de la santidad de alguien.
En cuanto al “buen ladrón”, los Evangelios no proporcionan ni siquiera su nombre. Dimas llegó a nosotros gracias a la tradición. Una vez que no hay cómo saberlo por los escritos, aceptamos lo que la tradición nos transmitió.
Por fin, el hecho de que apenas uno de los evangelistas mencione su confesión de la divinidad de Cristo, no es absolutamente razón para negarlo. Lamentablemente, algunos espíritus críticos aplican el principio de “substracción” de los evangelistas, cuando es más sapiencial el de “adición”. Esto es, sumemos lo que ellos registraron, y no sustraigamos. Los evangelistas nos transmitieron lo que recogieron en sus indagaciones. Aceptemos con fe y gratitud el trabajo que ellos hicieron, guiados por el Espíritu Santo.

12. Me podría explicar ¿Que era un Centurión en la armada del Imperio Romano?

Un centurión era el máximo responsable de una centuria: una milicia del Imperio Romano compuesta por cien soldados, según detalla el diccionario de la Real Academia Española (RAE). Los centuriones, por lo tanto, eran oficiales que tenían facultades administrativas y directivas.

Las centurias pertenecían a agrupaciones conocidas como cohortes. Más allá de lo indicado por la RAE, estas milicias no siempre contaban con un centenar de integrantes. De hecho, era habitual que tuvieran entre treinta y ochenta soldados.

Los centuriones dirigían las centurias y, a su vez, formaban parte de una jerarquía en el seno de cada cohorte. Para diferenciarse del resto de los miembros de la milicia, los centuriones utilizaban un uniforme particular que incluía armadura, túnica blanca, protectores en las piernas y un casco con cresta. Además, disponían de bastón de mando y, a diferencia de los soldados comunes, portaban la espada en el sector izquierdo del cuerpo.

El uniforme del centurión romano era uno de los elementos fundamentales para distinguirlos de los demás soldados, y esto se sabe gracias a las fuentes iconográficas que se reflejan principalmente en ciertos relieves históricos, como ser el Arco de Orange, en diversas inscripciones funerarias y en determinados sarcófagos que datan de los siglos II al IV.

La túnica del uniforme era de poca extensión y de color blanco; durante las épocas de temperaturas muy bajas se usaba en conjunto con pantalones cortos. La armadura era de escamas o de cota de malla; en general se cubría con pulseras colgantes y medallones con decorativos.
Como se menciona más arriba, el centurión romano llevaba su espada corta (llamada gladius) en su lado izquierdo. La sujetaba al cuerpo con un cinturón que tenía la funda adherida a su estructura. En sus piernas usaba unas piezas protectoras llamadas grebas, que se extendían desde la base del pie hasta la rodilla.

La cresta que se colocaba sobre el casco de los centuriones romanos cruzaba la cabeza lateralmente. Según varios historiadores y teóricos, en un principio todos los soldados usaban este penacho y su disposición no era para nada arbitraria, sino que tenía el propósito de que el resto de sus compañeros pudieran verlos por la espalda; sin embargo, durante la época del Imperio no era común que todos los soldados usaran una cresta ya que estaba reservada a los centuriones, y así pasó a convertirse en uno de los elementos que los distinguían con facilidad.

Si bien no existen evidencias arqueológicas que señalen el color de la cresta, se cree que podía ser roja, negra o blanca. Por último se encuentran las sandalias de los centuriones, que eran similares a las de los demás soldados.

En su labor, los centuriones contaban con la asistencia de los principales, suboficiales que se ubicaban debajo de ellos en la estructura jerárquica de las milicias. Entre los principales había tres grados diferentes.

13. ¿Qué me puede contar sobre Cristo embalsamado?

Es muy importante que recordemos que José de Arimatea, hermano menor de Joaquín y padre de María, era miembro del Sanedrín (Tribunal supremo de los judíos) y decurión del Imperio Romano; es decir agente de minas de plomo y estaño, era un tanto judío rico, que además se convirtió en discípulo de Jesús. De acuerdo con la descripción del apóstol Juan (Jn 19:38-42), logró por su posición social, que Poncio Pilatos, el procurador romano, le permitiera “tomar” el cuerpo de Jesús junto con Nicodemo y hacerse cargo de él para amortajarlo y sepultarlo, según la tradición judía de esa época. Por ello actualmente en la tradición católica se le considera como patrono de embalsamadores y sepultureros.

José de Arimatea hizo todo esto en secreto por temor a los judíos que habían sido exaltados para crucificar a Jesús. También pidió a Pilatos una guardia para el sepulcro y proteger su cadáver (se entiende que de las fieras y de otras personas ajenas).

La tradición cristiana ha supuesto que, precisamente, José de Arimatea era el propietario de la tumba (donde hoy se ubica la basílica del santo Sepulcro) en que se depositó el cuerpo de Jesucristo, esto como una excepción a la costumbre romana de depositar los cadáveres de los condenados en lugares comunes del pueblo destinados para ello. Por otra parte, la tumba se encontraba relativamente cerca del monte Calvario donde fue crucificado Jesús, lo que haría menos difícil su traslado. El sepulcro estaba dentro de uno de sus huertos, lo cual era permitido por la costumbre judía. El huerto judío no era de árboles frutales y hortalizas, sino de árboles que se dejaban crecer de manera natural. Su ubicación cumplía también con la regla sanitaria rabínica de que las tumbas debían estar a no menos de 25 metros de la ciudad. Los evangelios, afirman que el sepulcro era nuevo, que estaba excavado en la roca, midiendo cuatro metros de largo por dos de altura; su acceso era bajo y pequeño, el cual se cerraba con un monolito (roca) llamado “golel”, encajándolo en una ranura también excavada. Tenía un pequeño vestíbulo y luego en la cámara mortuoria había un lecho para poner el cadáver.

Los textos judíos nos explican que, en las muertes por crucifixión bajo el procedimiento romano, los familiares debían esperar hasta el crepúsculo para bajar el cadáver desfijándolo de la cruz de madera. En el caso de Jesucristo, por razones que más adelante se mencionan, había premura para embalsamarlo y hacer los demás preparativos funerarios.

Filón describe que las autoridades romanas permitían, durante las festividades judías, que los familiares de los ajusticiados pudieran disponer de los cuerpos para darles sepultura.

La costumbre judía para sepultar a sus muertos ponía énfasis en el lavado antes de la unción que implicaba el embalsamamiento y amortajamiento. Además, el lavado debió ser especialmente importante para preparar el cuerpo de Cristo, considerando la cantidad de sangre reseca por los azotes, la corona de espinas, los salivazos y la crucifixión misma a que fue sometido en su juicio y recorrido de su sacrificio.

Dice el evangelio que, tal como era la costumbre judía, lo amortajaron, “envolviéndolo” y fajándolo o ligándolo con lienzos y con “aromas”.

Nicodemo entregó (Jn 19:39) a quienes prepararían el cuerpo de Jesús, 100 libras de una mezcla de mirra y áloe, con ella fajaron el cuerpo de Jesús con vendas y líquidos aromáticos. La “mirra” es el resultado de la exudación del árbol “bálsamo-dendron”.
Entre otras cosas, era usada por los judíos para embalsamar. Por su parte el “áloe” tenía usos como aromático.

Otros comentaristas, en base al deseo expresado por Nicodemo, han señalado que es posible que también se haya utilizado como aromático el ungüento de nardo, el mismo que fue aplicado por María de Betania para ungir los pies de Jesús (Jn 12:3ss).

Aunque en ese tiempo, los judíos tenían un considerable conocimiento de las técnicas egipcias de embalsamamiento para preservar indefinidamente los cadáveres de sus personajes, en ese sentido, el uso que daban los judíos a mezclas como las de mirra y áloe no era propiamente para embalsamar, sino solo para postergar por unos días la descomposición cadavérica y con ello el hedor consecuente; esto sobre todo como una muestra de reverencia y respeto al fallecido.

Sobre la cantidad de la mezcla de mirra y áloe para embalsamarlo, expertos en el tema han explicado que la “libra” griega equivalía aproximadamente a 327 gramos, por lo cual cien libras serían 32 kilogramos, lo cual es desproporcionado, por lo tanto, se ha supuesto que la cantidad de 100 libras, fue un error de traducción.

Respecto al amortajamiento, existe algún desacuerdo con relación, de haber sido con un gran lienzo (o “sábana”) o con “fajas” o “vendas”, como lo describe Juan.  Esta última opinión se apoya en la descripción de la resurrección de Lázaro, que sale del sepulcro “ligados pies y manos con fajas y el rostro envuelto en un sudario” (Jn 11:44).

La otra opinión es que se trató de un lienzo o “sábana” de lino, “según la costumbre sepultar entre los judíos”. Marcos (Mc 15:46) señala que José de Arimatea compró una sábana para el cuerpo de Jesús. Se refuerza si se considera que, según algunos estudiosos, el día (viernes, 14 de Nissan) siguiente a la crucifixión de Jesús, además de ser el  Parasceve (tiempo que los judíos destinaban para prepararse para el sábado) comenzaría la Pascua (15 de Nissan), por lo cual se necesitaba un procedimiento rápido como envolver su cuerpo con una sábana grande (sindon o mortaja) y no un vendaje meticulosos que tardaría más tiempo en realizarlo (Mc 14:51.52). Siendo así, la mortaja se completaría envolviendo aparte su cabeza con un sudario (Jn 20:7; cf. 11:44). Hechos que desde la perspectiva de muchos católicos fue confirmado científicamente por el estudio con la técnica de Carbono-14, realizados en 1988 sobre muestras del llamado Sudario de Turín, mandadas a tres laboratorios diferentes de cuyo reporte final se publicó un artículo en la revista científica Natura.

Por su parte la Iglesia católica, ha evitado manifestarse oficialmente a favor o en contra del debate de sí fue el Sudario de Turín con el que se amortajó a Cristo, dejándolo al trabajo de científicos y la fe de los católicos. El papa Juan Pablo II declaró en 1988, que “…puesto que no es una cuestión de fe, la Iglesia no debe interceder en estas lides...”.

Una de las teorías más plausibles sobre cómo fue que se imprimió la imagen, señala a los gases producidos por el cadáver en sus primeras fases de descomposición. La Sábana Santa o Sudario de Turín mide 436 cm × 113 cm. La ocasión más reciente que fue expuesto públicamente, ocurrió entre el 10 de abril y el 23 de mayo 2010, bajo la autorización del papa Benedicto XVI.

Bach y Cristo amortajado El más importante músico alemán del barroco, Johann Sebastián Bach, escribió en 1707 la cantata “Cristo yacía amortajado”, pieza para órgano, cuarteo y coro (tenores, bajos, contralto y soprano). Con letra de Martín Lutero
Glosario:
Jn: Evangelio de Juan, en Nuevo Testamento
Mc: Evangelio de Marcos, en Nuevo Testamento
NUESTRO PROXIMO ENCUENTRO SERA
EL 1 DE ABRIL 2019

No hay comentarios:

Publicar un comentario