Aquí estamos de nuevo con ustedes en nuestro cuarto
encuentro de este año 2019. En esta oportunidad seguiremos tratando de
responder a algunas preguntas teológicas sobre la biblia que a menudo nos
planteamos en nuestro silencio personal de meditación, pero no investigamos lo
necesario, ni tan poco preguntamos ya sea a un sacerdote o pastor. Las doce
preguntas que le vamos a plantearen esta oportunidad al Teólogo Cibernético son
las siguientes:
1. ¿Estuvo casado San José por segunda
vez?
2. ¿Qué se sabe sobre la muerte de San José por medio de otros
escritos?
3. ¿Qué significa
la virginidad de María?
4. ¿Qué sabemos
realmente de Jesús?
5. Viene de pasar
hace algunas semanas la Navidad. pero me quedo una duda: ¿Qué fue realmente la
estrella de Oriente?
6. ¿Por qué se
celebra el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre?
7. ¿Como era el lago de Galilea?
8. ¿Qué ciudades
había en las cercanías al lago de Galilea?
9. ¿En qué
consistía la tradición oral de esa época?
10 ¿Qué papel jugaba la pesca en la época de Jesús?
11. ¿Cuál era el contexto político, social, cultural y religioso de palestina en tiempos de Jesús?
12. Me gustaría que me comente algo sobre: ¿Quiénes fueron realmente los doce Apóstoles?
Lo más importante cuando leemos la
Biblia es estar seguros de que hemos comprendido todo el significado de las
palabras y sobre todos de algunos conceptos relacionados con la época.
Por esa razón en esta cuarta entrega del
año voy a tratar de compartir con ustedes mis amigos y amigas algunos
comentarios sobre algunas palabras o términos que encontramos en las
Sagradas Escrituras, y que es muy importante conocer para asimilar mejor lo que
el Espíritu Santo no quiere decir o manifestar.
1. ¿Estuvo casado San José por segunda vez?
Según San Mateo, cuando la Santísima
Virgen concibió virginalmente a Jesús, estaba desposada con San José aunque
todavía no vivían juntos (Mt 1,18). Se trataba de la situación previa a los
desposorios que, entre los judíos, suponía un compromiso tan fuerte y real que
los comprometidos podían ser llamados ya esposo y esposa, y que sólo podía ser
anulado mediante el repudio.
Del texto de San Mateo se deduce que
tras el anuncio del ángel a José explicándole que María había concebido por
obra del Espíritu Santo (Mt 1,20) se casaron y pasaron a vivir juntos. La
narración de la huida y vuelta de Egipto, y el establecimiento en Nazareth (Mat
2,13-23), lo mismo que el episodio de la presentación del niño en el Templo
cuando tenía doce años acompañado por sus padres tal como relata San Lucas (Lc
2,41-45) así lo dejan entender. San Lucas, además, al narrar la anunciación del
ángel a María la presenta como “una virgen desposada con José de la casa de
David”.
Por tanto según estos evangelios San
José estuvo casado con la Santísima Virgen. Este es el dato que pertenece con
certeza a la tradición histórica recogida en los evangelios.
Ahora bien, si esas fueron las
segundas nupcias de San José, o si San José ya anciano y viudo no llegó a
desposar a la Virgen María, sino que únicamente cuidó de ella como de una
virgen a su cargo, son temas que caen en el terreno de las leyendas y que no
ofrecen garantía alguna de historicidad.
La primera mención de esas leyendas
se encuentra en el llamado “Protoevangelio de Santiago” en el s. II. Cuenta que
María permanecía en el Templo desde los tres años y que, al cumplir los doce,
los sacerdotes buscaron a alguien que se hiciera cargo de ella. Reunieron a
todos los viudos del pueblo, y tras un signo prodigioso ocurrido en la vara de
José, consistente en que de ella salió una paloma, entregaron a éste la
custodia de la Virgen.
Según esta leyenda, sin embargo,
José no tomó a María por esposa. De hecho cuando el ángel se le aparece en
sueños no le dice a José como en Mt 1,20 “no temas tomar contigo a María tu
esposa”, sino “no temas por esta doncella” (XIV,2).
Otro apócrifo más tardío que
reelabora esa historia, el llamado “Pseudo Mateo”, quizás del s. VI, parece
entender que María fue desposada con José, pues el sacerdote le dice a éste:
“has de saber que no puede contraer matrimonio con ningún otro” (VIII, 4); pero
en general habla de San José como del custodio de la Virgen. En cambio que José
desposó a María se dice claramente en “El libro de la Natividad de María”, una
especie de resumen del Pseudo Mateo y en la “Historia de José el carpintero”
(IV,4-5).
Por tanto, no hay datos históricos
que permitan afirmar que San José ya había estado casado antes. Lo más lógico
es pensar que fuera un hombre joven cuando desposó a la Santísima Virgen y que
sólo estuviese casado esa vez.
Con apenas una
frase, el evangelio caracteriza a José: un hombre justo (Mateo 1,19). Partiendo
de lo que significa ser justo en la Biblia (recto, honesto, sincero), se puede
reconstruir su personalidad. José tuvo que tener una decisiva influencia sobre
Jesús. No hay ningún fundamento histórico ni teológico para las imágenes que
presentan al esposo de María como un hombre anciano, callado, sin vitalidad.
2. ¿Qué se sabe sobre la muerte de San José por medio de
otros escritos?
Pocos datos se conocen sobre la vida de San José,
el padre adoptivo de Jesús. Solo se le menciona unas cuantas veces en los
evangelios, y jamás pronuncia una palabra.
No obstante, la mayoría de los eruditos bíblicos
creen que José falleció antes de la crucifixión de Jesús. Esta creencia se debe
a que José no estaba presente en el momento de la crucifixión y, en el
Evangelio de Juan, Jesús le confía su madre a alguien ajeno a la familia (cf.
Juan 19,27).
Teniendo en cuenta este argumento histórico,
muchas tradiciones mantienen que José murió en brazos o en presencia de Jesús y
María. Es una imagen hermosa, lo que ha motivado a la Iglesia a proclamar a
José el santo patrón de una “muerte feliz”.
Existen numerosas representaciones de este
momento, pero existe una particularmente conmovedora que pertenece a los
escritos de la Venerable Madre María de Jesús de Ágreda, también conocida como
la monja con el don de la bilocación. Escribió acerca del episodio en Mística
Ciudad de Dios, y se encuentra registrado como una revelación privada.
Entonces, este hombre de Dios se giró hacia
Cristo, nuestro Señor, y en una profunda reverencia, deseó postrarse ante Él.
Pero el dulce Jesús se acercó y lo recibió en sus brazos y, reclinando su cabeza
hacia él, José dijo: “Mi altísimo Señor y Dios, Hijo del eterno Padre, Creador
y Redentor del Mundo, dad vuestra bendición a vuestros siervos y el trabajo de
sus manos. Oh Misericordioso, perdona los errores que he cometido en vuestro
servicio y relación. Le alabo y magnifico y lo represento eterno y comprensivo.
Gracias por haberme elegido, con condescendencia inexpresable, para ser el
esposo de la verdadera Madre, que sea su grandeza y gloria mi acción de gracias
para toda la eternidad”.
El Redentor del mundo le dio su bendición y
añadió: “Padre mío, descanse en paz y en la gracia de mi eterno Padre y mía, y
para los profetas y santos que lo esperan en el limbo, lléveles las felices
nuevas de la llegada de su redención”. Ante estas palabras de Jesús, y
reclinado en sus brazos, el afortunado San José falleció y el propio Señor
cerró sus ojos.
Ocurriera lo que ocurriese, José debió haber
fallecido felizmente rodeado de la esposa e hijo más afectuosos de todo el
universo.
A continuación, se encuentra una breve oración a
San José, donde se le pide que medie por nosotros para que nuestra muerte
también sea feliz.
¡Oh, bienaventurado José!, que exhaló
su último suspiro entre Jesús y María, concédeme la gracia, oh José, para que
yo pueda respirar mi alma en alabanza en espíritu, si no puedo hacerlo de
palabra:
“Jesús, María y José, os doy mi corazón y el alma mía” Amén
“Jesús, María y José, os doy mi corazón y el alma mía” Amén
Que María concibió a Jesús sin
intervención de varón se afirma claramente en los dos primeros capítulos de los
evangelios de San Mateo y de San Lucas: “lo concebido en ella viene del
Espíritu santo”, dice el ángel a San José (Mt 1,20); y a María que pregunta
“¿Cómo será eso pues no conozco varón?” el ángel le responde: “El Espíritu
Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra...” (Lc
1,34-35).
Por otra parte, el hecho de que
Jesús desde la Cruz encomendase su Madre a San Juan supone que la Virgen no
tenía otros hijos. Que en los evangelios se mencionen a veces los “hermanos de
Jesús” puede explicarse desde el uso del término “hermanos” en hebreo en el
sentido de parientes próximos (Gen 13,8; etc), o pensando que San José tenía
hijos de un matrimonio anterior, o tomando el término en sentido de miembro del
grupo de creyentes tal como se usa en el Nuevo Testamento (Hch 1,15). La
iglesia siempre ha creído en la virginidad de María y la ha llamado “la siempre
virgen” (Lumen Gentium 52), es decir, antes, en y después del parto como
confiesa una fórmula tradicional.
La
concepción virginal de Jesús hay que entenderla como una obra del poder de Dios
–“para él nada hay imposible” (Lc 1,37)- que escapa toda comprensión y toda
posibilidad humanas. Nada tiene que ver con las representaciones mitológicas
paganas en las que un dios se une a una mujer haciendo las veces del varón. En
la concepción virginal de Jesús se trata de una obra divina en el seno de María
similar a la creación. Esto es imposible de aceptar para el no creyente, como
lo era para los judíos y los paganos entre los que se que se inventaron burdas
historias acerca de la concepción de Jesús, como la que la atribuye a un
soldado romano llamado Pantheras.
En realidad,
ese personaje es una ficción literaria sobre la que se inventa una leyenda para
hacer burlas a los cristianos. Desde un punto de vista de la ciencia histórica
y filológica, el nombre Pantheras (o Pandera) es una parodia corrupta de la
palabra parthénos(en
griego: virgen).
Aquellas
gentes, que utilizaban en gran parte del imperio romano de oriente el griego
como lengua de comunicación, oían hablar a los cristianos de Jesús como del
Hijo de la Virgen (huiós
parthénou), y cuando querían burlarse de ellos lo llamaba «el hijo
de Pantheras». Tales historias en definitiva sólo testimonian que la Iglesia
sostenía la virginidad de María, aunque pareciera imposible.
La concepción virginal de Jesús es
un signo de que Jesús es verdaderamente Hijo de Dios por naturaleza -de ahí que
no tenga un padre humano-, al mismo tiempo que es verdadero hombre nacido de
mujer (Gal 4,4). En los pasajes evangélicos se muestra la absoluta iniciativa
de Dios en la historia humana para el advenimiento de la salvación, y que ésta
se inserta en la historia misma, como muestran las genealogías de Jesús.
A Jesús, concebido por el Espíritu
Santo y sin concurso de varón, se le puede comprender mejor como el nuevo Adán
que inaugura una nueva creación a la que pertenece el hombre nuevo redimido por
él (1 Cor 15,47; Jn 3,34).
La virginidad de María es además
signo de su fe sin sombra de duda y de su entrega plena a la voluntad de Dios.
Incluso se ha dicho que por esa fe María concibe a Cristo antes en su mente que
en su vientre, y que “es más bienaventurada al recibir a Cristo por la fe que
al concebir en su seno la carne de Cristo” (S. Agustín). Siendo virgen y madre
María es también figura de la Iglesia y su más perfecta realización.
4. ¿Qué sabemos
realmente de Jesús?
Disponemos de todo lo que los
testigos de su vida y de su muerte nos han transmitido: tradiciones orales y
escritas sobre su persona, entre las que destacan los cuatro evangelios, que
han sido transmitidas en la realidad de la comunidad de fe viva que él estableció
y que continúa hasta hoy.
Esta comunidad es la Iglesia,
compuesta por millones de seguidores de Jesús a lo largo de la historia, que le
han conocido por los datos que ininterrumpidamente les trasmitieron los
primeros discípulos. Los datos que hay en los evangelios apócrifos y otras
referencias extrabíblicas no aportan nada sustancial a la información que nos
ofrecen los evangelios canónicos, tal como han sido trasmitidos por la Iglesia.
Hasta la Ilustración, creyentes y
no creyentes estaban persuadidos de que lo que podíamos conocer sobre Jesús se
contenía en los evangelios. Sin embargo, por ser relatos escritos desde la fe,
algunos historiadores del siglo XIX cuestionaron la objetividad de sus
contenidos.
Para estos estudiosos, los
relatos evangélicos eran poco creíbles porque no contenían lo que Jesús hizo y
dijo, sino lo que creían los seguidores de Jesús unos años después de su
muerte. Como consecuencia, durante las décadas siguientes y hasta mediados del
siglo XX se cuestionó la veracidad de los evangelios y se llegó a afirmar que
de Jesús “no podemos saber casi nada” (Bultmann).
Hoy en día, con el desarrollo de
la ciencia histórica, los avances arqueológicos, y nuestro mayor y mejor
conocimiento de las fuentes antiguas, se puede afirmar con palabras de un
conocido especialista del mundo judío del siglo I d.C. —a quien no se puede
tachar precisamente de conservador— que “podemos saber mucho de Jesús”
(Sanders).
Por ejemplo, este mismo autor
señala “ocho hechos incuestionables”, desde el punto de vista histórico, sobre
la vida de Jesús y los orígenes cristianos: 1) Jesús fue bautizado por Juan
Bautista; 2) era un Galileo que predicó y realizó curaciones; 3) llamó a
discípulos y habló de que eran doce; 4) limitó su actividad a Israel; 5) mantuvo
una controversia sobre el papel del templo; 6) fue crucificado fuera de
Jerusalén por las autoridades romanas; 7) tras la muerte de Jesús, sus
seguidores continuaron formando un movimiento identificable; 8) al menos
algunos judíos persiguieron a ciertos grupos del nuevo movimiento (Ga 1,13.22;
Flp 3,6) y, al parecer, esta persecución duró como mínimo hasta un tiempo
cercano al final del ministerio de Pablo (2 Co 11,24; Ga 5,11; 6,12; cf. Mt
23,34; 10,17).
Sobre esta base mínima en la que
los historiadores están de acuerdo se pueden determinar cómo fidedignos desde
el punto de vista histórico los otros datos contenidos en los evangelios. La
aplicación de los criterios de historicidad sobre estos datos permite
establecer el grado de coherencia y probabilidad de las afirmaciones
evangélicas, y que lo que se contiene en esos relatos es sustancialmente
cierto.
Por último, conviene recordar que
lo que sabemos de Jesús es fiable y creíble porque los testigos son dignos de
credibilidad y porque la tradición es crítica consigo misma. Además, lo que la
tradición nos trasmite resiste el análisis de la crítica histórica. Es cierto
que de las muchas cosas que se nos han trasmitido sólo algunas pueden ser
demostrables por los métodos empleados por los historiadores. Sin embargo, esto
no significa que las no demostrables por estos métodos no sucedieran, sino que
sólo podemos aportar datos sobre su mayor o menor probabilidad. Y no olvidemos,
por otra parte, que la probabilidad no es determinante. Hay sucesos muy poco
probables que han sucedido históricamente. Lo que sin duda es verdad es que los
datos evangélicos son razonables y coherentes con los datos demostrables. En
cualquier caso, es la tradición de la Iglesia, en la que estos escritos
nacieron, la que nos da garantías de su fiabilidad y la que nos dice cómo
interpretarlos.
5. Viene de pasar
hace algunas semanas la Navidad. pero me quedo una duda: ¿Qué fue realmente la
estrella de Oriente?
La estrella de Oriente se
menciona en el evangelio de San Mateo. Unos magos preguntan en Jerusalén:
“Dónde está el Rey de los Judíos que ha nacido? Porque vimos su estrella en el
Oriente y hemos venido a adorarle” (Mt 2,2).
Los dos capítulos iniciales de
los evangelios de San Mateo y San Lucas narran algunas escenas de la infancia
de Jesús, por lo que se suelen denominar “evangelios de la infancia”. La
estrella aparece en el “evangelio de la infancia” San Mateo. Los evangelios de
la infancia tienen un carácter ligeramente distinto al resto del evangelio.
Por eso están llenos de
evocaciones a textos del Antiguo Testamento que hacen los gestos enormemente
significativos. En este sentido, su historicidad no se puede examinar de la
misma manera que la del resto de los episodios evangélicos. Dentro de los
evangelios de la infancia, hay diferencias: el de San Lucas es el primer
capítulo del evangelio, pero en San Mateo es como un resumen de los contenidos
del texto entero. El pasaje de los Magos (Mt 2,1-12) muestra que unos gentiles,
que no pertenecen al pueblo de Israel: descubren la revelación de Dios a través
de su estudio y sus conocimientos humanos (las estrellas), pero no llegan a la
plenitud de la verdad más que a través de las Escrituras de Israel.
En
tiempos de la composición del evangelio era relativamente normal la creencia de
que el nacimiento de alguien importante o algún acontecimiento relevante se
anunciaba con un prodigio en el firmamento.
De esa
creencia participaban el mundo pagano (cfr Suetonio, Vida de los Césares, Augusto, 94;
Cicerón, De Divinatione 1,23,47;
etc.) y el judío (Flavio Josefo, La
Guerra de los Judíos, 5,3,310-312; 6,3,289).
Además,
el libro de los Números (caps. 22-24) recogía un oráculo en el que se decía:
“De Jacob viene una estrella, en Israel se ha levantado un cetro” (Nm 24,17).
Este pasaje se interpretaba como un oráculo de salvación, sobre el Mesías. En
estas condiciones, ofrecen el contexto adecuado para entender el signo de la
estrella.
La exégesis moderna se ha
preguntado qué fenómeno natural pudo ocurrir en el firmamento que fuera
interpretado por los hombres de aquel tiempo como extraordinario. Las hipótesis
que se han dado son sobre todo tres: 1) ya Kepler (s. XVII) habló de una estrella
nueva, una supernova: se trata de una estrella muy distante en la que tiene
lugar una explosión de modo que, durante unas semanas, tiene más luz y es
perceptible desde la tierra; 2) un cometa, pues los cometas siguen un recorrido
regular, pero elíptico, alrededor del sol: en la parte más distante de su
órbita no son perceptibles desde la tierra, pero si están cercanos pueden verse
durante un tiempo.
También esta descripción coincide
con lo que se señala en el relato de Mateo, pero la aparición de los cometas
conocidos que se ven desde la tierra no encaja en las fechas con la estrella;
3) Una conjunción planetaria de Júpiter y Saturno. También Kepler llamó la
atención sobre este fenómeno periódico, que, si no estamos equivocados en los
cálculos, pudo muy bien darse en los años 6/7 antes de nuestra era, es decir,
en los que la investigación muestra que nació Jesús.
Los primeros cristianos no parece
que celebrasen su cumpleaños (cf., por ej., Orígenes, PG XII, 495). Celebraban
su dies natalis, el día de su entrada en la patria definitiva (por ej.,
Martirio de Policarpo 18,3), como participación en la salvación obrada por
Jesús al vencer a la muerte con su pasión gloriosa.
Recuerdan con precisión el día de
la glorificación de Jesús, el 14/15 de Nisán, pero no la fecha de su
nacimiento, de la que nada nos dicen los datos evangélicos.
Hasta el siglo III no tenemos
noticias sobre la fecha del nacimiento de Jesús. Los primeros testimonios de
Padres y escritores eclesiásticos señalan diversas fechas. El primer testimonio
indirecto de que la natividad de Cristo fuese el 25 de diciembre lo ofrece
Sexto Julio Africano el año 221.
La primera referencia directa de
su celebración es la del calendario litúrgico filocaliano del año 354 (MGH,
IX,I, 13-196): VIII kal. Ian. natus Christus in Betleem Iudeae (“el 25 de
diciembre nació Cristo en Belén de Judea”). A partir del siglo IV los testimonios
de este día como fecha del nacimiento de Cristo son comunes en la tradición
occidental, mientras que en la oriental prevalece la fecha del 6 de enero.
Una
explicación bastante difundida es que los cristianos optaron por día porque, a
partir del año 274, el 25 de diciembre se celebraba en Roma el dies natalis Solis invicti,
el día del nacimiento del Sol invicto, la victoria de la luz sobre la noche más
larga del año.
Esta
explicación se apoya en que la liturgia de Navidad y los Padres de la época
establecen un paralelismo entre el nacimiento de Jesucristo y expresiones
bíblicas como «sol de justicia» (Ma 4,2) y «luz del mundo» (Jn 1,4ss.).
Sin
embargo, no hay pruebas de que esto fuera así y parece difícil imaginarse que
los cristianos de aquel entonces quisieran adaptar fiestas paganas al
calendario litúrgico, especialmente cuando acababan de experimentar la
persecución.
Es
posible, no obstante, que con el transcurso del tiempo la fiesta cristiana
fuera asimilando la fiesta pagana.
Otra
explicación más plausible hace depender la fecha del nacimiento de Jesús de la
fecha de su encarnación, que a su vez se relacionaba con la fecha de su muerte.
En un
tratado anónimo sobre solsticios y equinoccios se afirma que “nuestro Señor fue
concebido el 8 de las kalendas de Abril en el mes de marzo (25 de marzo), que
es el día de la pasión del Señor y de su concepción, pues fue concebido el
mismo día que murió” (B. Botte, Les
Origenes de la Noël et de l’Epiphanie, Louvain 1932, l. 230-33).
En la
tradición oriental, apoyándose en otro calendario, la pasión y la encarnación
del Señor se celebraban el 6 de abril, fecha que concuerda con la celebración
de la Navidad el 6 de enero. La relación entre pasión y encarnación es una idea
que está en consonancia con la mentalidad antigua y medieval, que admiraba la
perfección del universo como un todo, donde las grandes intervenciones de Dios
estaban vinculadas entre sí. Se trata de una concepción que también encuentra
sus raíces en el judaísmo, donde creación y salvación se relacionaban con el
mes de Nisán.
El arte
cristiano ha reflejado esta misma idea a lo largo de la historia al pintar en
la Anunciación de la Virgen al niño Jesús descendiendo del cielo con una cruz.
Así pues,
es posible que los cristianos vincularan la redención obrada por Cristo con su
concepción, y ésta determinara la fecha del nacimiento. “Lo más decisivo fue la
relación existente entre la creación y la cruz, entre la creación y la
concepción de Cristo” (J. Ratzinger, El
espíritu de la liturgia, 131).
7. ¿Como era el lago
de Galilea?
Estimado
amigo o amiga debo decirles que por su gran extensión, el lago de Galilea es
llamado “mar” de Galilea.
En los
evangelios se le llama también lago de Tiberíades o de Genesaret, haciendo
referencia a dos de las ciudades que se encontraban en sus orillas.
En el Antiguo
Testamento se le llama mar o lago de “Kinneret” de “kinnor” que, en hebreo,
significa arpa.
La leyenda
dice que el lago tiene esta forma y que la suave voz de sus olas recuerda el
sonido de las cuerdas del arpa.
De norte a
sur, el lago mide 21 kilómetros. Su mayor anchura es de 13 kilómetros.
Está situado,
como el Mar Muerto, bajo el nivel del mar, a 212 metros, y llega a tener una
profundidad de 48 metros.
Sus aguas son
dulces y ricas en varias clases de peces. Se conocen hasta 24 especies
distintas.
8. ¿Qué ciudades había junto al lago de Galilea?
Estimado
amigo y amiga debo decirle que junto al lago de Galilea había varias ciudades.
En tiempos de
Jesús, una de las más importantes era Cafarnaúm (“ciudad del consuelo” o
“ciudad de Nahum”), nunca mencionada en el Antiguo Testamento.
La ciudad
tenía un puesto de aduanas, pues era fronteriza entre la Galilea que gobernaba
Herodes y la zona de Iturea y Traconítide, que correspondía a su hermano
Filipo.
Estaba,
además, junto a la gran calzada romana que unía Galilea con Siria, la llamada
“vías maris”.
Por su
importancia estratégica había también en la ciudad una guarnición romana con un
centurión a su mando.
En Cafarnaúm
se desarrollaron gran cantidad de episodios de la vida y predicación de Jesús
en Galilea.
Allí vivió al
dejar Nazaret y Mateo la llamó “la ciudad de Jesús” (Mateo 9, 1). En los tiempos
evangélicos, Cafarnaúm era una ciudad de unos tres kilómetros de extensión y
pocos miles de habitantes.
Además de la
pesca, la población se dedicaba a la agricultura: aceitunas, trigo y otros
granos.
Las casas
estaban construidas en piedra negra de basalto con techos de lodo y paja, que
hicieran más soportable el calor, muy fuerte en verano, por la gran depresión
que forma el mar de Galilea.
Unos cuatro
siglos después de Jesús, Cafarnaúm quedó destruida, y no fue hasta finales del
siglo XIX cuando se hallaron sus ruinas.
Los cimientos
de algunas casas, trazados de barrios y calles de la antigua ciudad son uno de
los mayores tesoros arqueológicos de Israel.
En el Cafarnaúm actual se conservan restos de una gran sinagoga
edificada sobre la de tiempos de Jesús, y muchos objetos de la época: lámparas
de aceite, prensas de aceite, piedras de molino.
De todos los
recuerdos, el más importante es, sin duda, el basamento o cimiento de la casa
de Pedro, cercana al embarcadero. Las inscripciones encontradas demuestran que
los primeros cristianos se reunían allí desde el siglo I a celebrar la
eucaristía.
Excelente
pregunta: es digno de mencionar que en todas las culturas campesinas predomina
la tradición oral. La gente se reúne para escuchar a uno de sus paisanos una
historia mil veces repetida y adornada.
El padre
transmite a sus hijos el saber acumulado durante generaciones valiéndose de
cuentos o acertijos.
El abuelo o
abuela, expertos relatores de historias antiguas, las cuentan a los más
jóvenes. Jesús, un campesino, fue heredero de esta cultura.
Por otra
parte, el Oriente ha sido siempre cuna fértil de historias con moralejas,
fábulas, leyendas, parábolas.
Los
evangelios muestran que a todo esto Jesús uniría una maestría personal como
conversador y narrador. De su mundo familiar y campesino nacieron todas sus
parábolas. Se explicaba con imágenes mucho mejor que con ideas abstractas y es
un error creer que lo hacía por “adaptarse” a oyentes poco inteligentes para
que lo entendieran mejor.
10. ¿Qué papel jugaba
la pesca en la época de Jesús?
No cabe duda
de que la pesca era el principal medio de vida en todas las ciudades o pequeñas
aldeas que rodeaban el lago de Tiberíades en Galilea.
Por 1lo tanto
en los tiempos de Jesús, el oficio de pescador era propio de gentes de las
clases más bajas, sin apenas cultura, que no cumplían los deberes religiosos y
estaban al margen de muchas otras pautas sociales de la “buena educación”.
Junto con los
campesinos y otros estratos sociales pobres, formaban los llamados “amhaares”,
palabra cuyo significado original fue el de “pueblo de la tierra” o paisanos.
Luego empezó
a significar “pecadores” y “malditos sin ley”.
Los pescadores de las orillas del lago de Galilea eran trabajadores dependientes de un patrón, al que tenían que entregar buena parte de las ganancias, o estaban independizados por grupos familiares formando pequeñas cooperativas con las que intentaban aliviar la gran estrechez económica en la que vivían.
Los pescadores de las orillas del lago de Galilea eran trabajadores dependientes de un patrón, al que tenían que entregar buena parte de las ganancias, o estaban independizados por grupos familiares formando pequeñas cooperativas con las que intentaban aliviar la gran estrechez económica en la que vivían.
Quedan aún
restos de pequeños embarcaderos de tiempos de Jesús en distintos puntos del
lago. El más conservado es el de Tabgha, a unos 3 kilómetros de Cafarnaúm, con
escalones de hace dos mil años. El muelle de Cafarnaúm está en parte
reconstruido.
No cabe duda
de que Jesús invitó a su grupo a echar las redes y habló de un Dios pescador.
Recogió esta imagen en la parábola de la red barredera, en la que habla del
juicio de Dios sobre el mundo, separando los peces buenos de los malos (Mateo
13, 47-50).
En aquel
tiempo se entendía por “peces malos” los que no tenían escamas ni aletas, del
tipo de las anguilas. Se consideraba que no eran buenos para comer.
11. ¿Cuál era el contexto
político, social, cultural y religioso de palestina en tiempos de Jesús?
Gracias a numerosos escritos
tanto religiosos como no y gracias a las investigaciones sabemos en el contexto
en el que Jesús vivió. El historiador contemporáneo del Nazareno Flavio Josefo
nos habla sobre Palestina y Jerusalén, aportando enorme documentación.
Nos movemos en el siglo I de nuestra Era. Israel (o Palestina) estaba bajo dominio romano (desde el 63 a. C. por Pompeyo), siendo emperadores Augusto y Tiberio (ha. 37 d.C.), de la dinastía Julio-Claudia y gobernador provincial Poncio Pilatos.
Nos movemos en el siglo I de nuestra Era. Israel (o Palestina) estaba bajo dominio romano (desde el 63 a. C. por Pompeyo), siendo emperadores Augusto y Tiberio (ha. 37 d.C.), de la dinastía Julio-Claudia y gobernador provincial Poncio Pilatos.
Los judíos, aunque bajo dominio romano, mantenían su rey y sus
leyes, la Ley (Thorá). Los reyes de esta época fueron Herodes el Grande,
Arquelao y Herodes Antipas (todos ellos elegidos por el Senado Romano). Estos
reyes, junto con el Sanedrín, se encargaban de hacer cumplir la ley judía. Los
romanos se reservaban los asuntos de Estado, los “de enorme importancia” y las
penas de muerte. A parte, recibían los tributos correspondientes a una
provincia imperial.
La sociedad palestina del siglo I estaba llena de jerarquías y divisiones sociales. Libres y esclavos, circuncisos e incircuncisos, judíos y samaritanos, hombre y mujer, grecoparlantes y no grecoparlantes, ricos y pobres, diferentes sectas o escuelas judaicas, etc. Esto es fundamental para comprender el mensaje de Jesús y el porqué de su reacción. La misma religión judía establecía estas jerarquías en muchos casos y propiciaba divisiones enormes que chocaron al Galileo. De esto hablaremos más adelante….
El griego era la lengua culta y del comercio, el arameo/hebreo era la lengua hablada/escrita y el latín la lengua oficial. Por eso la inscripción de la cruz de Jesús estaba en estas tres lenguas. Había enormes ciudades, centros de poder económico, que tenían origen griego o romano y gozaban de bastante independencia. Destacamos las ciudades de Séforis, Tiberíades y Jerusalén.
La sociedad palestina del siglo I estaba llena de jerarquías y divisiones sociales. Libres y esclavos, circuncisos e incircuncisos, judíos y samaritanos, hombre y mujer, grecoparlantes y no grecoparlantes, ricos y pobres, diferentes sectas o escuelas judaicas, etc. Esto es fundamental para comprender el mensaje de Jesús y el porqué de su reacción. La misma religión judía establecía estas jerarquías en muchos casos y propiciaba divisiones enormes que chocaron al Galileo. De esto hablaremos más adelante….
El griego era la lengua culta y del comercio, el arameo/hebreo era la lengua hablada/escrita y el latín la lengua oficial. Por eso la inscripción de la cruz de Jesús estaba en estas tres lenguas. Había enormes ciudades, centros de poder económico, que tenían origen griego o romano y gozaban de bastante independencia. Destacamos las ciudades de Séforis, Tiberíades y Jerusalén.
Estas ciudades estaban controladas por mercaderes y gente poderosa que en
muchas ocasiones no eran judíos. En el campo la situación era distinta. La
mayoría de la población era judía y existía pobreza debido al mal reparto de la
propiedad. La situación era difícil.
Culturalmente, Palestina se vió enormemente influenciada por el mundo griego, ya que tras la conquista por Alejandro Magno en el 332 a. C. muchas de sus ciudades fueron gobernadas por sus descendientes primero y por los romanos después. Palestina fue una región en la que confluyeron gran cantidad de pueblos y tribus y dejaron su huella cultural.
Culturalmente, Palestina se vió enormemente influenciada por el mundo griego, ya que tras la conquista por Alejandro Magno en el 332 a. C. muchas de sus ciudades fueron gobernadas por sus descendientes primero y por los romanos después. Palestina fue una región en la que confluyeron gran cantidad de pueblos y tribus y dejaron su huella cultural.
Recordemos que en un principio,
hacia el 1500 a.C., allí habitaban los cananeos, tribu sedentaria, y llegaron
tribus hebreas (semitas) de la rama aramea que eran nómadas y se convirtieron
en sedentarios. Algunas de estas Tribus fueron las conducidas por Moisés. Se
formaron las Doce Tribus de Israel, que quedarían unidas en el Reino de Israel y
Judá bajo David (1006 a.C.).
Después se separarían y habría dos ramas de reyes,
una de Israel y otra de Judá. Los filisteos (palestinos), los arameos de
Damasco y los egipcios eran los principales enemigos de los arameos de
Palestina. Bajo Joram (852 a. C.) se unifican de nuevo los reinos. En el 587 a.
C. ya se habla de judíos, indiferentemente de su procedencia (Israel o Judá) y
en este año, siendo rey de Babilonia Nabucodonosor II, Palestina es conquistada
y comienza la diáspora (dispersión) del pueblo judío. Después, en el 539
pasaría a dominio Persa bajo Ciro II. Más tarde pasaría a ser conquista griega
y después romana. Así pues, es un territorio con enormes influencias.
Religiosamente, el judaísmo era la principal
religión de la zona. Era una religión heterogénea, con muchas sectas dentro de
sí que diferían en diferentes aspectos teológicos. Los judíos creían ser el
pueblo elegido por Dios, que ellos eran la base y que el mesías llegaría con
espada en mano para liberar al pueblo de Israel. Había un único Dios que
inspiró la ley de los cinco primeros libros de la Biblia y es creador de todo
lo conocido. Todo se basa en la obediencia. Dios había pactado con ellos
mediante la Alianza y debían cumplir su ley. Jesús rompería todas estas bases
de su propia religión…
Las dos sectas principales eran los fariseos y los saduceos. Los primeros basaban su vida en la Thorá, la ley, y se separaban de todo aquel que no era como ellos. Se basaban en la pureza de la religión, el diezmo y la observancia a rajatabla de los mandamientos.
Los saduceos eran los principales adversarios de los fariseos. Ellos eran la espina dorsal de la fe judía conservadora. Diferían con los fariseos en el ritual del Templo, en interpretaciones de la Ley y en la vida diaria. Defendían el libre albedrío del hombre. No creían en la resurrección de los muertos.
Estos dos grupos estaban representados por la clase judía más elevada y poderosa. El Sanedrín (órgano encargado de velar por la religión y la ley judía) estaba compuesto por fariseos y saduceos y el Sumo Sacerdote era siempre de una de las dos sectas. También había escribas de una u otra secta. Así pues eran la clase dominante judía.
Además de estos dos grupos encontramos a zelotas, movimiento de Juan Bautista, Esenios, las hermandades, los sabios y los Amme Ha- Aretz. Destacamos el último grupo por ser éste el más humilde, el más pobre y el más desfavorecido. Estaban discriminados por los fariseos por no ser puros ante la Ley judía. A ellos va dirigido el mensaje de Jesús con influencias del movimiento de Juan Bautista que buscaba la igualdad social. A ellos para cambiar el sistema y por eso, los miembros del Sanedrín, al ver peligrar su poder, decidieron ir a por Jesús. Era una lucha social contra las clases altas y las jerarquías. Los expertos sitúan a Jesús dentro de ese grupo.
Fuente: http://cofrades.sevilla.abc.es/profiles/blogs/contexto-politico-social
Las dos sectas principales eran los fariseos y los saduceos. Los primeros basaban su vida en la Thorá, la ley, y se separaban de todo aquel que no era como ellos. Se basaban en la pureza de la religión, el diezmo y la observancia a rajatabla de los mandamientos.
Los saduceos eran los principales adversarios de los fariseos. Ellos eran la espina dorsal de la fe judía conservadora. Diferían con los fariseos en el ritual del Templo, en interpretaciones de la Ley y en la vida diaria. Defendían el libre albedrío del hombre. No creían en la resurrección de los muertos.
Estos dos grupos estaban representados por la clase judía más elevada y poderosa. El Sanedrín (órgano encargado de velar por la religión y la ley judía) estaba compuesto por fariseos y saduceos y el Sumo Sacerdote era siempre de una de las dos sectas. También había escribas de una u otra secta. Así pues eran la clase dominante judía.
Además de estos dos grupos encontramos a zelotas, movimiento de Juan Bautista, Esenios, las hermandades, los sabios y los Amme Ha- Aretz. Destacamos el último grupo por ser éste el más humilde, el más pobre y el más desfavorecido. Estaban discriminados por los fariseos por no ser puros ante la Ley judía. A ellos va dirigido el mensaje de Jesús con influencias del movimiento de Juan Bautista que buscaba la igualdad social. A ellos para cambiar el sistema y por eso, los miembros del Sanedrín, al ver peligrar su poder, decidieron ir a por Jesús. Era una lucha social contra las clases altas y las jerarquías. Los expertos sitúan a Jesús dentro de ese grupo.
Fuente: http://cofrades.sevilla.abc.es/profiles/blogs/contexto-politico-social
12. Me gustaría
que me comente algo sobre: ¿Quiénes fueron realmente los
doce Apóstoles?
Uno de los datos más seguros de la
vida de Jesús es que constituyó a un grupo de doce discípulos a los que denominó
los “Doce Apóstoles”. Este grupo estaba formado por hombres que Jesús llamó
personalmente, que le acompañan en su misión de instaurar el Reino de Dios, que
son testigos de sus palabras, de sus obras y de su resurrección.
El grupo de los Doce aparece en los
escritos del Nuevo Testamento como un grupo estable o fijo. Sus nombres son
“Simón, a quien le dio el nombre de Pedro; Santiago el de Zebedeo y Juan, el
hermano de Santiago, a quienes les dio el nombre de Boanerges, es decir, «hijos
del trueno»; Andrés y Felipe, y Bartolomé y Mateo, y Tomás y Santiago el de
Alfeo, y Tadeo y Simón Cananeo; y Judas Iscariote, el que le entregó” (Mc
3,16-19).
En las listas que aparecen en los
otros Evangelios y en Hechos de los Apóstoles, apenas hay variaciones. A Tadeo
se le llama Judas, pero no es significativo, pues como se ve, hay varias
personas que se llaman de la misma manera —Simón, Santiago— y que se distinguen
por el patronímico o por un segundo nombre.
Se trata pues de Judas Tadeo. Lo
significativo es que en el libro de los Hechos no se hable de la labor
evangelizadora de muchos de ellos: señal de que se dispersaron muy pronto y de
que, a pesar de eso, la tradición de los nombres de quienes eran los Apóstoles
estaba muy firmemente asentada.
San Marcos (3,13-15) dice que Jesús:
“subiendo al monte llamó a los que él quiso, y fueron donde él estaba. Y
constituyó a doce, para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar con
potestad de expulsar demonios”.
Señala de esa manera la iniciativa
de Jesús y la función del grupo de los Doce: estar con él y ser enviados a
predicar con la misma potestad que tiene Jesús. Los otros evangelistas —San
Mateo (10,1) y San Lucas (6,12-13)— se expresan en tonos parecidos.
A lo largo del evangelio se percibe
cómo acompañan a Jesús, participan de su misión y reciben una enseñanza
particular. Los evangelistas no esconden que muchas veces no entienden las
palabras del Señor y que el abandonaron en el momento de la prueba. Pero
señalan también la confianza renovada que les otorga Jesucristo.
Es muy significativo que el número
de los elegidos sea Doce. Este número remite a las doce tribus de Israel (cfr
Mt 19,28; Lc 22,30; etc.), y no a otros números comunes en el tiempo —los
miembros del Sanedrin eran 71, los miembros del Consejo en Qumrán 15 ó 16 y los
miembros adultos necesarios para el culto en la sinagoga, 10—, por lo que
parece claro que se señala de esta manera que Jesús no quiere restaurar el
reino de Israel (Hch 1,6) —sobre la base de la tierra, el culto y el pueblo—
sino instaurar el Reino de Dios sobre la tierra.
A ello apunta también el hecho de
que, antes de la venida del Espíritu Santo en Pentecostés, Matías ocupe el
lugar que Judas Iscariote y complete el número de los doce (Hch 1,26).
Bibliografía
J. Gnilka, Jesús de
Nazaret, Herder, Barcelona 1993;
A.
Puig, Jesús. Una biografía, Destino, Barcelona 2005;
G.
Segalla, Panoramas del Nuevo Testamento, Verbo
Divino, Estella 2004.
NUESTRO PRÓXIMO ENCUENTRO
SI DIOS LO PERMITE
SERIA EL 4 DE FEBRERO 2019
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