lunes, 28 de enero de 2019

ESTA EDICIÓN ESTARÁ VIDENTE DURANTE LA SEMANA DEL 28 DE ENERO AL 3 DE FEBRERO DEL 2019

Aquí estamos de nuevo con ustedes en nuestro cuarto encuentro de este año 2019. En esta oportunidad seguiremos tratando de responder a algunas preguntas teológicas sobre la biblia que a menudo nos planteamos en nuestro silencio personal de meditación, pero no investigamos lo necesario, ni tan poco preguntamos ya sea a un sacerdote o pastor. Las doce preguntas que le vamos a plantearen esta oportunidad al Teólogo Cibernético son las siguientes:
1. ¿Estuvo casado San José por segunda vez?
2. ¿Qué se sabe sobre la muerte de San José por medio de otros escritos?
3. ¿Qué significa la virginidad de María?
4. ¿Qué sabemos realmente de Jesús?
5. Viene de pasar hace algunas semanas la Navidad. pero me quedo una duda: ¿Qué fue realmente la estrella de Oriente?
6. ¿Por qué se celebra el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre?
7. ¿Como era el lago de Galilea?
8. ¿Qué ciudades había en las cercanías al lago de Galilea?
9. ¿En qué consistía la tradición oral de esa época?
10 ¿Qué papel jugaba la pesca en la época de Jesús?
11. ¿Cuál era el contexto político, social, cultural y religioso de palestina en tiempos de Jesús?
12. Me gustaría que me comente algo sobre: ¿Quiénes fueron realmente los doce Apóstoles?

Lo más importante cuando leemos la Biblia es estar seguros de que hemos comprendido todo el significado de las palabras y sobre todos de algunos conceptos relacionados con la época.
Por esa razón en esta cuarta entrega del año voy a tratar de compartir con ustedes mis amigos y amigas algunos comentarios sobre algunas palabras o términos que encontramos en las Sagradas Escrituras, y que es muy importante conocer para asimilar mejor lo que el Espíritu Santo no quiere decir o manifestar.

PREGUNTAS y RESPUESTAS TEOLÓGICAS DE ESTA CUARTA EDICIÓN:
1. ¿Estuvo casado San José por segunda vez?
Según San Mateo, cuando la Santísima Virgen concibió virginalmente a Jesús, estaba desposada con San José aunque todavía no vivían juntos (Mt 1,18). Se trataba de la situación previa a los desposorios que, entre los judíos, suponía un compromiso tan fuerte y real que los comprometidos podían ser llamados ya esposo y esposa, y que sólo podía ser anulado mediante el repudio.
Del texto de San Mateo se deduce que tras el anuncio del ángel a José explicándole que María había concebido por obra del Espíritu Santo (Mt 1,20) se casaron y pasaron a vivir juntos. La narración de la huida y vuelta de Egipto, y el establecimiento en Nazareth (Mat 2,13-23), lo mismo que el episodio de la presentación del niño en el Templo cuando tenía doce años acompañado por sus padres tal como relata San Lucas (Lc 2,41-45) así lo dejan entender. San Lucas, además, al narrar la anunciación del ángel a María la presenta como “una virgen desposada con José de la casa de David”.
Por tanto según estos evangelios San José estuvo casado con la Santísima Virgen. Este es el dato que pertenece con certeza a la tradición histórica recogida en los evangelios.
Ahora bien, si esas fueron las segundas nupcias de San José, o si San José ya anciano y viudo no llegó a desposar a la Virgen María, sino que únicamente cuidó de ella como de una virgen a su cargo, son temas que caen en el terreno de las leyendas y que no ofrecen garantía alguna de historicidad.
La primera mención de esas leyendas se encuentra en el llamado “Protoevangelio de Santiago” en el s. II. Cuenta que María permanecía en el Templo desde los tres años y que, al cumplir los doce, los sacerdotes buscaron a alguien que se hiciera cargo de ella. Reunieron a todos los viudos del pueblo, y tras un signo prodigioso ocurrido en la vara de José, consistente en que de ella salió una paloma, entregaron a éste la custodia de la Virgen.
Según esta leyenda, sin embargo, José no tomó a María por esposa. De hecho cuando el ángel se le aparece en sueños no le dice a José como en Mt 1,20 “no temas tomar contigo a María tu esposa”, sino “no temas por esta doncella” (XIV,2).
Otro apócrifo más tardío que reelabora esa historia, el llamado “Pseudo Mateo”, quizás del s. VI, parece entender que María fue desposada con José, pues el sacerdote le dice a éste: “has de saber que no puede contraer matrimonio con ningún otro” (VIII, 4); pero en general habla de San José como del custodio de la Virgen. En cambio que José desposó a María se dice claramente en “El libro de la Natividad de María”, una especie de resumen del Pseudo Mateo y en la “Historia de José el carpintero” (IV,4-5).
Por tanto, no hay datos históricos que permitan afirmar que San José ya había estado casado antes. Lo más lógico es pensar que fuera un hombre joven cuando desposó a la Santísima Virgen y que sólo estuviese casado esa vez.
Con apenas una frase, el evangelio caracteriza a José: un hombre justo (Mateo 1,19). Partiendo de lo que significa ser justo en la Biblia (recto, honesto, sincero), se puede reconstruir su personalidad. José tuvo que tener una decisiva influencia sobre Jesús. No hay ningún fundamento histórico ni teológico para las imágenes que presentan al esposo de María como un hombre anciano, callado, sin vitalidad.
2. ¿Qué se sabe sobre la muerte de San José por medio de otros escritos?
Pocos datos se conocen sobre la vida de San José, el padre adoptivo de Jesús. Solo se le menciona unas cuantas veces en los evangelios, y jamás pronuncia una palabra.
No obstante, la mayoría de los eruditos bíblicos creen que José falleció antes de la crucifixión de Jesús. Esta creencia se debe a que José no estaba presente en el momento de la crucifixión y, en el Evangelio de Juan, Jesús le confía su madre a alguien ajeno a la familia (cf. Juan 19,27).
Teniendo en cuenta este argumento histórico, muchas tradiciones mantienen que José murió en brazos o en presencia de Jesús y María. Es una imagen hermosa, lo que ha motivado a la Iglesia a proclamar a José el santo patrón de una “muerte feliz”.
Existen numerosas representaciones de este momento, pero existe una particularmente conmovedora que pertenece a los escritos de la Venerable Madre María de Jesús de Ágreda, también conocida como la monja con el don de la bilocación. Escribió acerca del episodio en Mística Ciudad de Dios, y se encuentra registrado como una revelación privada.
Entonces, este hombre de Dios se giró hacia Cristo, nuestro Señor, y en una profunda reverencia, deseó postrarse ante Él. Pero el dulce Jesús se acercó y lo recibió en sus brazos y, reclinando su cabeza hacia él, José dijo: “Mi altísimo Señor y Dios, Hijo del eterno Padre, Creador y Redentor del Mundo, dad vuestra bendición a vuestros siervos y el trabajo de sus manos. Oh Misericordioso, perdona los errores que he cometido en vuestro servicio y relación. Le alabo y magnifico y lo represento eterno y comprensivo. Gracias por haberme elegido, con condescendencia inexpresable, para ser el esposo de la verdadera Madre, que sea su grandeza y gloria mi acción de gracias para toda la eternidad”.
El Redentor del mundo le dio su bendición y añadió: “Padre mío, descanse en paz y en la gracia de mi eterno Padre y mía, y para los profetas y santos que lo esperan en el limbo, lléveles las felices nuevas de la llegada de su redención”. Ante estas palabras de Jesús, y reclinado en sus brazos, el afortunado San José falleció y el propio Señor cerró sus ojos.
Ocurriera lo que ocurriese, José debió haber fallecido felizmente rodeado de la esposa e hijo más afectuosos de todo el universo.
A continuación, se encuentra una breve oración a San José, donde se le pide que medie por nosotros para que nuestra muerte también sea feliz.
¡Oh, bienaventurado José!, que exhaló su último suspiro entre Jesús y María, concédeme la gracia, oh José, para que yo pueda respirar mi alma en alabanza en espíritu, si no puedo hacerlo de palabra:
“Jesús, María y José, os doy mi corazón y el alma mía” Amén
Que María concibió a Jesús sin intervención de varón se afirma claramente en los dos primeros capítulos de los evangelios de San Mateo y de San Lucas: “lo concebido en ella viene del Espíritu santo”, dice el ángel a San José (Mt 1,20); y a María que pregunta “¿Cómo será eso pues no conozco varón?” el ángel le responde: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra...” (Lc 1,34-35).
Por otra parte, el hecho de que Jesús desde la Cruz encomendase su Madre a San Juan supone que la Virgen no tenía otros hijos. Que en los evangelios se mencionen a veces los “hermanos de Jesús” puede explicarse desde el uso del término “hermanos” en hebreo en el sentido de parientes próximos (Gen 13,8; etc), o pensando que San José tenía hijos de un matrimonio anterior, o tomando el término en sentido de miembro del grupo de creyentes tal como se usa en el Nuevo Testamento (Hch 1,15). La iglesia siempre ha creído en la virginidad de María y la ha llamado “la siempre virgen” (Lumen Gentium 52), es decir, antes, en y después del parto como confiesa una fórmula tradicional.
La concepción virginal de Jesús hay que entenderla como una obra del poder de Dios –“para él nada hay imposible” (Lc 1,37)- que escapa toda comprensión y toda posibilidad humanas. Nada tiene que ver con las representaciones mitológicas paganas en las que un dios se une a una mujer haciendo las veces del varón. En la concepción virginal de Jesús se trata de una obra divina en el seno de María similar a la creación. Esto es imposible de aceptar para el no creyente, como lo era para los judíos y los paganos entre los que se que se inventaron burdas historias acerca de la concepción de Jesús, como la que la atribuye a un soldado romano llamado Pantheras.
En realidad, ese personaje es una ficción literaria sobre la que se inventa una leyenda para hacer burlas a los cristianos. Desde un punto de vista de la ciencia histórica y filológica, el nombre Pantheras (o Pandera) es una parodia corrupta de la palabra parthénos(en griego: virgen).
Aquellas gentes, que utilizaban en gran parte del imperio romano de oriente el griego como lengua de comunicación, oían hablar a los cristianos de Jesús como del Hijo de la Virgen (huiós parthénou), y cuando querían burlarse de ellos lo llamaba «el hijo de Pantheras». Tales historias en definitiva sólo testimonian que la Iglesia sostenía la virginidad de María, aunque pareciera imposible.
La concepción virginal de Jesús es un signo de que Jesús es verdaderamente Hijo de Dios por naturaleza -de ahí que no tenga un padre humano-, al mismo tiempo que es verdadero hombre nacido de mujer (Gal 4,4). En los pasajes evangélicos se muestra la absoluta iniciativa de Dios en la historia humana para el advenimiento de la salvación, y que ésta se inserta en la historia misma, como muestran las genealogías de Jesús.
A Jesús, concebido por el Espíritu Santo y sin concurso de varón, se le puede comprender mejor como el nuevo Adán que inaugura una nueva creación a la que pertenece el hombre nuevo redimido por él (1 Cor 15,47; Jn 3,34).
La virginidad de María es además signo de su fe sin sombra de duda y de su entrega plena a la voluntad de Dios. Incluso se ha dicho que por esa fe María concibe a Cristo antes en su mente que en su vientre, y que “es más bienaventurada al recibir a Cristo por la fe que al concebir en su seno la carne de Cristo” (S. Agustín). Siendo virgen y madre María es también figura de la Iglesia y su más perfecta realización.
4. ¿Qué sabemos realmente de Jesús?
Disponemos de todo lo que los testigos de su vida y de su muerte nos han transmitido: tradiciones orales y escritas sobre su persona, entre las que destacan los cuatro evangelios, que han sido transmitidas en la realidad de la comunidad de fe viva que él estableció y que continúa hasta hoy.
Esta comunidad es la Iglesia, compuesta por millones de seguidores de Jesús a lo largo de la historia, que le han conocido por los datos que ininterrumpidamente les trasmitieron los primeros discípulos. Los datos que hay en los evangelios apócrifos y otras referencias extrabíblicas no aportan nada sustancial a la información que nos ofrecen los evangelios canónicos, tal como han sido trasmitidos por la Iglesia.
Hasta la Ilustración, creyentes y no creyentes estaban persuadidos de que lo que podíamos conocer sobre Jesús se contenía en los evangelios. Sin embargo, por ser relatos escritos desde la fe, algunos historiadores del siglo XIX cuestionaron la objetividad de sus contenidos.
Para estos estudiosos, los relatos evangélicos eran poco creíbles porque no contenían lo que Jesús hizo y dijo, sino lo que creían los seguidores de Jesús unos años después de su muerte. Como consecuencia, durante las décadas siguientes y hasta mediados del siglo XX se cuestionó la veracidad de los evangelios y se llegó a afirmar que de Jesús “no podemos saber casi nada” (Bultmann).
Hoy en día, con el desarrollo de la ciencia histórica, los avances arqueológicos, y nuestro mayor y mejor conocimiento de las fuentes antiguas, se puede afirmar con palabras de un conocido especialista del mundo judío del siglo I d.C. —a quien no se puede tachar precisamente de conservador— que “podemos saber mucho de Jesús” (Sanders).
Por ejemplo, este mismo autor señala “ocho hechos incuestionables”, desde el punto de vista histórico, sobre la vida de Jesús y los orígenes cristianos: 1) Jesús fue bautizado por Juan Bautista; 2) era un Galileo que predicó y realizó curaciones; 3) llamó a discípulos y habló de que eran doce; 4) limitó su actividad a Israel; 5) mantuvo una controversia sobre el papel del templo; 6) fue crucificado fuera de Jerusalén por las autoridades romanas; 7) tras la muerte de Jesús, sus seguidores continuaron formando un movimiento identificable; 8) al menos algunos judíos persiguieron a ciertos grupos del nuevo movimiento (Ga 1,13.22; Flp 3,6) y, al parecer, esta persecución duró como mínimo hasta un tiempo cercano al final del ministerio de Pablo (2 Co 11,24; Ga 5,11; 6,12; cf. Mt 23,34; 10,17).
Sobre esta base mínima en la que los historiadores están de acuerdo se pueden determinar cómo fidedignos desde el punto de vista histórico los otros datos contenidos en los evangelios. La aplicación de los criterios de historicidad sobre estos datos permite establecer el grado de coherencia y probabilidad de las afirmaciones evangélicas, y que lo que se contiene en esos relatos es sustancialmente cierto.
Por último, conviene recordar que lo que sabemos de Jesús es fiable y creíble porque los testigos son dignos de credibilidad y porque la tradición es crítica consigo misma. Además, lo que la tradición nos trasmite resiste el análisis de la crítica histórica. Es cierto que de las muchas cosas que se nos han trasmitido sólo algunas pueden ser demostrables por los métodos empleados por los historiadores. Sin embargo, esto no significa que las no demostrables por estos métodos no sucedieran, sino que sólo podemos aportar datos sobre su mayor o menor probabilidad. Y no olvidemos, por otra parte, que la probabilidad no es determinante. Hay sucesos muy poco probables que han sucedido históricamente. Lo que sin duda es verdad es que los datos evangélicos son razonables y coherentes con los datos demostrables. En cualquier caso, es la tradición de la Iglesia, en la que estos escritos nacieron, la que nos da garantías de su fiabilidad y la que nos dice cómo interpretarlos.
5. Viene de pasar hace algunas semanas la Navidad. pero me quedo una duda: ¿Qué fue realmente la estrella de Oriente?
La estrella de Oriente se menciona en el evangelio de San Mateo. Unos magos preguntan en Jerusalén: “Dónde está el Rey de los Judíos que ha nacido? Porque vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle” (Mt 2,2).
Los dos capítulos iniciales de los evangelios de San Mateo y San Lucas narran algunas escenas de la infancia de Jesús, por lo que se suelen denominar “evangelios de la infancia”. La estrella aparece en el “evangelio de la infancia” San Mateo. Los evangelios de la infancia tienen un carácter ligeramente distinto al resto del evangelio.
Por eso están llenos de evocaciones a textos del Antiguo Testamento que hacen los gestos enormemente significativos. En este sentido, su historicidad no se puede examinar de la misma manera que la del resto de los episodios evangélicos. Dentro de los evangelios de la infancia, hay diferencias: el de San Lucas es el primer capítulo del evangelio, pero en San Mateo es como un resumen de los contenidos del texto entero. El pasaje de los Magos (Mt 2,1-12) muestra que unos gentiles, que no pertenecen al pueblo de Israel: descubren la revelación de Dios a través de su estudio y sus conocimientos humanos (las estrellas), pero no llegan a la plenitud de la verdad más que a través de las Escrituras de Israel.
En tiempos de la composición del evangelio era relativamente normal la creencia de que el nacimiento de alguien importante o algún acontecimiento relevante se anunciaba con un prodigio en el firmamento.
De esa creencia participaban el mundo pagano (cfr Suetonio, Vida de los Césares, Augusto, 94; Cicerón, De Divinatione 1,23,47; etc.) y el judío (Flavio Josefo, La Guerra de los Judíos, 5,3,310-312; 6,3,289).
Además, el libro de los Números (caps. 22-24) recogía un oráculo en el que se decía: “De Jacob viene una estrella, en Israel se ha levantado un cetro” (Nm 24,17). Este pasaje se interpretaba como un oráculo de salvación, sobre el Mesías. En estas condiciones, ofrecen el contexto adecuado para entender el signo de la estrella.
La exégesis moderna se ha preguntado qué fenómeno natural pudo ocurrir en el firmamento que fuera interpretado por los hombres de aquel tiempo como extraordinario. Las hipótesis que se han dado son sobre todo tres: 1) ya Kepler (s. XVII) habló de una estrella nueva, una supernova: se trata de una estrella muy distante en la que tiene lugar una explosión de modo que, durante unas semanas, tiene más luz y es perceptible desde la tierra; 2) un cometa, pues los cometas siguen un recorrido regular, pero elíptico, alrededor del sol: en la parte más distante de su órbita no son perceptibles desde la tierra, pero si están cercanos pueden verse durante un tiempo.
También esta descripción coincide con lo que se señala en el relato de Mateo, pero la aparición de los cometas conocidos que se ven desde la tierra no encaja en las fechas con la estrella; 3) Una conjunción planetaria de Júpiter y Saturno. También Kepler llamó la atención sobre este fenómeno periódico, que, si no estamos equivocados en los cálculos, pudo muy bien darse en los años 6/7 antes de nuestra era, es decir, en los que la investigación muestra que nació Jesús.
Los primeros cristianos no parece que celebrasen su cumpleaños (cf., por ej., Orígenes, PG XII, 495). Celebraban su dies natalis, el día de su entrada en la patria definitiva (por ej., Martirio de Policarpo 18,3), como participación en la salvación obrada por Jesús al vencer a la muerte con su pasión gloriosa.
Recuerdan con precisión el día de la glorificación de Jesús, el 14/15 de Nisán, pero no la fecha de su nacimiento, de la que nada nos dicen los datos evangélicos.
Hasta el siglo III no tenemos noticias sobre la fecha del nacimiento de Jesús. Los primeros testimonios de Padres y escritores eclesiásticos señalan diversas fechas. El primer testimonio indirecto de que la natividad de Cristo fuese el 25 de diciembre lo ofrece Sexto Julio Africano el año 221.
La primera referencia directa de su celebración es la del calendario litúrgico filocaliano del año 354 (MGH, IX,I, 13-196): VIII kal. Ian. natus Christus in Betleem Iudeae (“el 25 de diciembre nació Cristo en Belén de Judea”). A partir del siglo IV los testimonios de este día como fecha del nacimiento de Cristo son comunes en la tradición occidental, mientras que en la oriental prevalece la fecha del 6 de enero.
Una explicación bastante difundida es que los cristianos optaron por día porque, a partir del año 274, el 25 de diciembre se celebraba en Roma el dies natalis Solis invicti, el día del nacimiento del Sol invicto, la victoria de la luz sobre la noche más larga del año.
Esta explicación se apoya en que la liturgia de Navidad y los Padres de la época establecen un paralelismo entre el nacimiento de Jesucristo y expresiones bíblicas como «sol de justicia» (Ma 4,2) y «luz del mundo» (Jn 1,4ss.).
Sin embargo, no hay pruebas de que esto fuera así y parece difícil imaginarse que los cristianos de aquel entonces quisieran adaptar fiestas paganas al calendario litúrgico, especialmente cuando acababan de experimentar la persecución.
Es posible, no obstante, que con el transcurso del tiempo la fiesta cristiana fuera asimilando la fiesta pagana.
Otra explicación más plausible hace depender la fecha del nacimiento de Jesús de la fecha de su encarnación, que a su vez se relacionaba con la fecha de su muerte.
En un tratado anónimo sobre solsticios y equinoccios se afirma que “nuestro Señor fue concebido el 8 de las kalendas de Abril en el mes de marzo (25 de marzo), que es el día de la pasión del Señor y de su concepción, pues fue concebido el mismo día que murió” (B. Botte, Les Origenes de la Noël et de l’Epiphanie, Louvain 1932, l. 230-33).
En la tradición oriental, apoyándose en otro calendario, la pasión y la encarnación del Señor se celebraban el 6 de abril, fecha que concuerda con la celebración de la Navidad el 6 de enero. La relación entre pasión y encarnación es una idea que está en consonancia con la mentalidad antigua y medieval, que admiraba la perfección del universo como un todo, donde las grandes intervenciones de Dios estaban vinculadas entre sí. Se trata de una concepción que también encuentra sus raíces en el judaísmo, donde creación y salvación se relacionaban con el mes de Nisán.
El arte cristiano ha reflejado esta misma idea a lo largo de la historia al pintar en la Anunciación de la Virgen al niño Jesús descendiendo del cielo con una cruz.
Así pues, es posible que los cristianos vincularan la redención obrada por Cristo con su concepción, y ésta determinara la fecha del nacimiento. “Lo más decisivo fue la relación existente entre la creación y la cruz, entre la creación y la concepción de Cristo” (J. Ratzinger, El espíritu de la liturgia, 131).
 7. ¿Como era el lago de Galilea?
Estimado amigo o amiga debo decirles que por su gran extensión, el lago de Galilea es llamado “mar” de Galilea.
En los evangelios se le llama también lago de Tiberíades o de Genesaret, haciendo referencia a dos de las ciudades que se encontraban en sus orillas.
En el Antiguo Testamento se le llama mar o lago de “Kinneret” de “kinnor” que, en hebreo, significa arpa.
La leyenda dice que el lago tiene esta forma y que la sua­ve voz de sus olas recuerda el sonido de las cuerdas del arpa.
De norte a sur, el lago mide 21 kilómetros. Su mayor anchura es de 13 kilómetros.
Está situado, como el Mar Muerto, bajo el nivel del mar, a 212 metros, y llega a tener una profundidad de 48 metros.
Sus aguas son dulces y ricas en varias clases de peces. Se conocen hasta 24 especies distintas.
8. ¿Qué ciudades había junto al lago de Galilea?

Estimado amigo y amiga debo decirle que junto al lago de Galilea había varias ciudades.
En tiempos de Jesús, una de las más importantes era Cafarnaúm (“ciudad del consuelo” o “ciudad de Nahum”), nunca mencionada en el Antiguo Testamento.
La ciudad tenía un puesto de aduanas, pues era fronteriza entre la Galilea que gobernaba Herodes y la zona de Iturea y Traconítide, que correspondía a su hermano Filipo.
Estaba, además, junto a la gran calzada romana que unía Galilea con Siria, la llamada “vías maris”.
Por su importancia estratégica había también en la ciudad una guarnición romana con un centurión a su mando.
En Cafarnaúm se desarrollaron gran cantidad de episodios de la vida y predicación de Jesús en Galilea.
Allí vivió al dejar Nazaret y Mateo la llamó “la ciudad de Jesús” (Mateo 9, 1). En los tiempos evangélicos, Cafarnaúm era una ciudad de unos tres kilómetros de extensión y pocos miles de habitantes.
Además de la pesca, la población se dedicaba a la agricultura: aceitunas, trigo y otros granos.
Las casas estaban construidas en piedra negra de basalto con techos de lodo y paja, que hicieran más soportable el calor, muy fuerte en verano, por la gran depresión que forma el mar de Galilea.
Unos cuatro siglos después de Jesús, Cafarnaúm quedó destruida, y no fue hasta finales del siglo XIX cuando se hallaron sus ruinas.
Los cimientos de algunas casas, trazados de barrios y calles de la antigua ciudad son uno de los mayores tesoros arqueológicos de Israel.  En el Cafarnaúm actual se conservan restos de una gran sinagoga edificada sobre la de tiempos de Jesús, y muchos objetos de la época: lámparas de aceite, prensas de aceite, piedras de molino.
De todos los recuerdos, el más importante es, sin duda, el basamento o cimiento de la casa de Pedro, cercana al embarcadero. Las inscripciones encontradas demuestran que los primeros cristianos se reunían allí desde el siglo I a celebrar la eucaristía.

Excelente pregunta: es digno de mencionar que en todas las culturas campesinas predomina la tradición oral. La gente se reúne para escuchar a uno de sus paisanos una historia mil veces repetida y adornada.
El padre transmite a sus hijos el saber acumulado durante generaciones valiéndose de cuentos o acertijos.
El abuelo o abuela, expertos relatores de historias antiguas, las cuentan a los más jóvenes. Jesús, un campesino, fue heredero de esta cultura.
Por otra parte, el Oriente ha sido siempre cuna fértil de historias con moralejas, fábulas, leyendas, parábolas.
Los evangelios muestran que a todo esto Jesús uniría una maestría personal como conversador y narrador. De su mundo familiar y campesino nacieron todas sus parábolas. Se explicaba con imágenes mucho mejor que con ideas abstractas y es un error creer que lo hacía por “adaptarse” a oyentes poco inteligentes para que lo entendieran mejor.

10. ¿Qué papel jugaba la pesca en la época de Jesús?
No cabe duda de que la pesca era el principal medio de vida en todas las ciudades o pequeñas aldeas que rodeaban el lago de Tiberíades en Galilea.
Por 1lo tanto en los tiempos de Jesús, el oficio de pescador era propio de gentes de las clases más bajas, sin apenas cultura, que no cumplían los deberes religiosos y estaban al margen de muchas otras pautas sociales de la “buena educación”.
Junto con los campesinos y otros estratos sociales pobres, formaban los llamados “amhaares”, palabra cuyo significado original fue el de “pueblo de la tierra” o paisanos.
Luego empezó a significar “pecadores” y “malditos sin ley”.
Los pescadores de las orillas del lago de Galilea eran trabajadores dependientes de un patrón, al que tenían que entregar buena parte de las ganancias, o estaban independizados por grupos familiares formando pequeñas cooperativas con las que intentaban aliviar la gran estrechez económica en la que vivían.
Quedan aún restos de pequeños embarcaderos de tiempos de Jesús en distintos puntos del lago. El más conservado es el de Tabgha, a unos 3 kilómetros de Cafarnaúm, con escalones de hace dos mil años. El muelle de Cafarnaúm está en parte reconstruido.
No cabe duda de que Jesús invitó a su grupo a echar las redes y habló de un Dios pescador. Recogió esta imagen en la parábola de la red barredera, en la que habla del juicio de Dios sobre el mundo, separando los peces buenos de los malos (Mateo 13, 47-50).
En aquel tiempo se entendía por “peces malos” los que no tenían escamas ni aletas, del tipo de las anguilas. Se consideraba que no eran buenos para comer.


11. ¿Cuál era el contexto político, social, cultural y religioso de palestina en tiempos de Jesús?


Gracias a numerosos escritos tanto religiosos como no y gracias a las investigaciones sabemos en el contexto en el que Jesús vivió. El historiador contemporáneo del Nazareno Flavio Josefo nos habla sobre Palestina y Jerusalén, aportando enorme documentación.

Nos movemos en el siglo I de nuestra Era. Israel (o Palestina) estaba bajo dominio romano (desde el 63 a. C. por Pompeyo), siendo emperadores Augusto y Tiberio (ha. 37 d.C.), de la dinastía Julio-Claudia y gobernador provincial Poncio Pilatos. 

Los judíos, aunque bajo dominio romano, mantenían su rey y sus leyes, la Ley (Thorá). Los reyes de esta época fueron Herodes el Grande, Arquelao y Herodes Antipas (todos ellos elegidos por el Senado Romano). Estos reyes, junto con el Sanedrín, se encargaban de hacer cumplir la ley judía. Los romanos se reservaban los asuntos de Estado, los “de enorme importancia” y las penas de muerte. A parte, recibían los tributos correspondientes a una provincia imperial.

La sociedad palestina del siglo I estaba llena de jerarquías y divisiones sociales. Libres y esclavos, circuncisos e incircuncisos, judíos y samaritanos, hombre y mujer, grecoparlantes y no grecoparlantes, ricos y pobres, diferentes sectas o escuelas judaicas, etc. Esto es fundamental para comprender el mensaje de Jesús y el porqué de su reacción. La misma religión judía establecía estas jerarquías en muchos casos y propiciaba divisiones enormes que chocaron al Galileo. De esto hablaremos más adelante….

El griego era la lengua culta y del comercio, el arameo/hebreo era la lengua hablada/escrita y el latín la lengua oficial. Por eso la inscripción de la cruz de Jesús estaba en estas tres lenguas. Había enormes ciudades, centros de poder económico, que tenían origen griego o romano y gozaban de bastante independencia. Destacamos las ciudades de Séforis, Tiberíades y Jerusalén. 

Estas ciudades estaban controladas por mercaderes y gente poderosa que en muchas ocasiones no eran judíos. En el campo la situación era distinta. La mayoría de la población era judía y existía pobreza debido al mal reparto de la propiedad. La situación era difícil.

Culturalmente, Palestina se vió enormemente influenciada por el mundo griego, ya que tras la conquista por Alejandro Magno en el 332 a. C. muchas de sus ciudades fueron gobernadas por sus descendientes primero y por los romanos después. Palestina fue una región en la que confluyeron gran cantidad de pueblos y tribus y dejaron su huella cultural. 

Recordemos que en un principio, hacia el 1500 a.C., allí habitaban los cananeos, tribu sedentaria, y llegaron tribus hebreas (semitas) de la rama aramea que eran nómadas y se convirtieron en sedentarios. Algunas de estas Tribus fueron las conducidas por Moisés. Se formaron las Doce Tribus de Israel, que quedarían unidas en el Reino de Israel y Judá bajo David (1006 a.C.). 

Después se separarían y habría dos ramas de reyes, una de Israel y otra de Judá. Los filisteos (palestinos), los arameos de Damasco y los egipcios eran los principales enemigos de los arameos de Palestina. Bajo Joram (852 a. C.) se unifican de nuevo los reinos. En el 587 a. C. ya se habla de judíos, indiferentemente de su procedencia (Israel o Judá) y en este año, siendo rey de Babilonia Nabucodonosor II, Palestina es conquistada y comienza la diáspora (dispersión) del pueblo judío. Después, en el 539 pasaría a dominio Persa bajo Ciro II. Más tarde pasaría a ser conquista griega y después romana. Así pues, es un territorio con enormes influencias.
Religiosamente, el judaísmo era la principal religión de la zona. Era una religión heterogénea, con muchas sectas dentro de sí que diferían en diferentes aspectos teológicos. Los judíos creían ser el pueblo elegido por Dios, que ellos eran la base y que el mesías llegaría con espada en mano para liberar al pueblo de Israel. Había un único Dios que inspiró la ley de los cinco primeros libros de la Biblia y es creador de todo lo conocido. Todo se basa en la obediencia. Dios había pactado con ellos mediante la Alianza y debían cumplir su ley. Jesús rompería todas estas bases de su propia religión…
Las dos sectas principales eran los fariseos y los saduceos. Los primeros basaban su vida en la Thorá, la ley, y se separaban de todo aquel que no era como ellos. Se basaban en la pureza de la religión, el diezmo y la observancia a rajatabla de los mandamientos.

Los saduceos eran los principales adversarios de los fariseos. Ellos eran la espina dorsal de la fe judía conservadora. Diferían con los fariseos en el ritual del Templo, en interpretaciones de la Ley y en la vida diaria. Defendían el libre albedrío del hombre. No creían en la resurrección de los muertos.

Estos dos grupos estaban representados por la clase judía más elevada y poderosa. El Sanedrín (órgano encargado de velar por la religión y la ley judía) estaba compuesto por fariseos y saduceos y el Sumo Sacerdote era siempre de una de las dos sectas. También había escribas de una u otra secta. Así pues eran la clase dominante judía.

Además de estos dos grupos encontramos a zelotas, movimiento de Juan Bautista, Esenios, las hermandades, los sabios y los Amme Ha- Aretz. Destacamos el último grupo por ser éste el más humilde, el más pobre y el más desfavorecido. Estaban discriminados por los fariseos por no ser puros ante la Ley judía. A ellos va dirigido el mensaje de Jesús con influencias del movimiento de Juan Bautista que buscaba la igualdad social. A ellos para cambiar el sistema y por eso, los miembros del Sanedrín, al ver peligrar su poder, decidieron ir a por Jesús. Era una lucha social contra las clases altas y las jerarquías. Los expertos sitúan a Jesús dentro de ese grupo.

Fuente: http://cofrades.sevilla.abc.es/profiles/blogs/contexto-politico-social

12. Me gustaría que me comente algo sobre: ¿Quiénes fueron realmente  los doce Apóstoles?

Uno de los datos más seguros de la vida de Jesús es que constituyó a un grupo de doce discípulos a los que denominó los “Doce Apóstoles”. Este grupo estaba formado por hombres que Jesús llamó personalmente, que le acompañan en su misión de instaurar el Reino de Dios, que son testigos de sus palabras, de sus obras y de su resurrección.
El grupo de los Doce aparece en los escritos del Nuevo Testamento como un grupo estable o fijo. Sus nombres son “Simón, a quien le dio el nombre de Pedro; Santiago el de Zebedeo y Juan, el hermano de Santiago, a quienes les dio el nombre de Boanerges, es decir, «hijos del trueno»; Andrés y Felipe, y Bartolomé y Mateo, y Tomás y Santiago el de Alfeo, y Tadeo y Simón Cananeo; y Judas Iscariote, el que le entregó” (Mc 3,16-19).
En las listas que aparecen en los otros Evangelios y en Hechos de los Apóstoles, apenas hay variaciones. A Tadeo se le llama Judas, pero no es significativo, pues como se ve, hay varias personas que se llaman de la misma manera —Simón, Santiago— y que se distinguen por el patronímico o por un segundo nombre.
Se trata pues de Judas Tadeo. Lo significativo es que en el libro de los Hechos no se hable de la labor evangelizadora de muchos de ellos: señal de que se dispersaron muy pronto y de que, a pesar de eso, la tradición de los nombres de quienes eran los Apóstoles estaba muy firmemente asentada.
San Marcos (3,13-15) dice que Jesús: “subiendo al monte llamó a los que él quiso, y fueron donde él estaba. Y constituyó a doce, para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar con potestad de expulsar demonios”.
Señala de esa manera la iniciativa de Jesús y la función del grupo de los Doce: estar con él y ser enviados a predicar con la misma potestad que tiene Jesús. Los otros evangelistas —San Mateo (10,1) y San Lucas (6,12-13)— se expresan en tonos parecidos.
A lo largo del evangelio se percibe cómo acompañan a Jesús, participan de su misión y reciben una enseñanza particular. Los evangelistas no esconden que muchas veces no entienden las palabras del Señor y que el abandonaron en el momento de la prueba. Pero señalan también la confianza renovada que les otorga Jesucristo.
Es muy significativo que el número de los elegidos sea Doce. Este número remite a las doce tribus de Israel (cfr Mt 19,28; Lc 22,30; etc.), y no a otros números comunes en el tiempo —los miembros del Sanedrin eran 71, los miembros del Consejo en Qumrán 15 ó 16 y los miembros adultos necesarios para el culto en la sinagoga, 10—, por lo que parece claro que se señala de esta manera que Jesús no quiere restaurar el reino de Israel (Hch 1,6) —sobre la base de la tierra, el culto y el pueblo— sino instaurar el Reino de Dios sobre la tierra.
A ello apunta también el hecho de que, antes de la venida del Espíritu Santo en Pentecostés, Matías ocupe el lugar que Judas Iscariote y complete el número de los doce (Hch 1,26).
Bibliografía
J. Gnilka, Jesús de Nazaret, Herder, Barcelona 1993;
A. Puig, Jesús. Una biografía, Destino, Barcelona 2005;
G. Segalla, Panoramas del Nuevo Testamento, Verbo Divino, Estella 2004.

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